Sopita, la sapita que no sabía saltar
En un rincón de un hermoso pantano, había una pequeña sapita llamada Sopita. A diferencia de sus amigos, Sopita no sabía saltar. Mientras todos sus compañeros saltaban de hoja en hoja, Riendo y jugando, ella se quedaba mirando con tristeza desde el juncal.
"¿Por qué no puedo ser como ellos?" - suspiraba Sopita, mientras su corazón se llenaba de dudas.
Un día, Sopita decidió que no podía rendirse. Se acercó a su amigo, el viejo sapo Don Pato, que siempre tenía buenos consejos.
"Don Pato, tengo un problema. No sé saltar como los demás. ¿Cómo puedo aprender?"
"Querida Sopita, cada uno tiene su propio camino. Tal vez deberías intentar hacer lo que mejor sabes hacer," - le respondió Don Pato con una sonrisa.
Sopita se quedó pensando en las palabras de Don Pato. Sabía que tenía que descubrir lo que realmente podía hacer. Así que decidió salir a explorar el pantano en busca de su talento especial. Mientras caminaba, se topó con una reunión de mariposas.
"Hola, Sopita, ¿por qué no saltas con nosotros?" - preguntó una mariposa brillante.
"No sé saltar, pero quiero encontrar algo que haga especial" - contestó con un susurro triste.
Las mariposas, conmovidas, invitaron a Sopita a una competencia de baile. "Ven, ¡bailaremos juntas!" - ofreció una mariposa rosa. Sopita se llenó de entusiasmo y decidió intentarlo. Ellas comenzaron a moverse, y Sopita dentro de sus limitaciones, comenzó a moverse con sus pequeños pies.
A medida que el ritmo crecía, Sopita se dio cuenta que podía hacer una danza muy particular, moviendo su cuerpecito de un lado a otro y girando.
"¡Miren! ¡Soy buena bailarina!" - exclamó emocionada. Las mariposas aplaudieron.
"¡Bravo, Sopita!" - dijeron.
Desde ese día, Sopita se unió a las mariposas cada tarde. Aprendió a bailar y se hizo muy amiga de ellas. Un día, mientras danzaban, Sopita vio a sus amigos sapos organizando una competencia de saltos.
"¡Uhh, quiero participar!" - dijo saliendo corriendo, pero al instante se sintió insegura.
"¿Y si no puedo saltar como ellos?" - pensó con temor.
Viéndola preocupada, las mariposas se acercaron y le dijeron:
"No tienes que saltar, puedes mostrarnos tu baile, ¡serás la estrella!"
Sopita decidió dar un paso adelante. El día de la competencia llegó, y con su pequeño corazón latiendo rápido, comenzó a bailar frente a todos.
"Miren, yo no salto, pero puedo bailar con alegría!" - gritó. Los otros sapos, al ver su felicidad, se emocionaron y empezaron a aplaudir.
A partir de ese día, Sopita se convirtió en la bailarina más querida del pantano.
"¡Gracias, amigas!" - dijo con lágrimas de alegría. "A veces, solo tenemos que dejarnos ser y aceptar nuestra propia unicidad."
Y así, Sopita, la sapita que no sabía saltar, encontró su propio camino y se convirtió en una inspiración para todos. Enseñó que, aunque no todos seamos iguales, cada uno tiene un talento especial que descubrir.
La vida en el pantano nunca volvió a ser la misma, porque ahora Sopita también era parte de las fiestas. Y aunque no saltara, siempre despertaba mucha alegría con su baile.
- “¡Hagamos más competencias de baile! ” - propuso un sapo un día, y todos comenzaron a reír y a planearle a Sopita una gran fiesta para celebrarla.
Y así, en el corazón del pantano, Sopita bailaba y sonreía, feliz de haberse aceptado tal como era.
FIN.