Soy la hermana mayor



Era una mañana soleada cuando Valentina se despertó. Hoy era un día especial: su mamá iba a llevarla al médico para escuchar el latido del corazón de su futura hermanita. Desde que supo que iba a ser hermana mayor, Valentina sentía una mezcla de emociones.

"Estoy tan emocionada, pero también un poco asustada", pensó mientras se vestía. Su peluche favorito, un oso llamado Osito, la miraba desde la cama, como si supiera lo que ella estaba sintiendo.

"¿Osito, vos pensás que seré una buena hermana?"- dijo Valentina, mientras le daba un abrazo fuerte.

"Claro que sí, Valu. ¡Vas a ser la mejor hermana del mundo!"- respondió su mente, imaginando la voz de su juguete.

Después de desayunar, Valentina y su mamá salieron de casa. Mientras caminaban, la pequeña se dio cuenta de lo grande que era la ciudad, con sus ruidos y colores. Pero su mente estaba en otro lugar: en los juegos y las aventuras que tendría con su hermanita.

Al llegar al consultorio, Valentina vio a otros niños. Se sintió un poco ansiosa.

"Mamá, tengo miedo de que no le guste jugar conmigo"- confesó Valentina, mientras se agarraba la mano de su madre.

"Eso nunca va a pasar. Los hermanitos siempre encuentran maneras de jugar juntos, aunque al principio puede ser raro"- respondió su mamá, sonriendo.

Mientras esperaban, Valentina se imaginó cómo sería jugar con su hermanita.

"Podríamos hacer una fiesta de té con muñecas. Y tal vez también jugar a ser astronautas"- decía emocionada.

De repente, el doctor los llamó. Entraron al consultorio y Valentina se sentó en una silla, observando a su mamá mientras el médico escuchaba el corazón del bebé.

"¿Estás lista para escuchar los latidos?"- preguntó el doctor.

"¡Sí!"- respondió Valentina, saltando de la emoción.

Cuando escuchó el fuerte ‘bum bum’ del corazón de su hermanita, sus ojos se llenaron de lágrimas. Era la primera vez que escuchaba algo tan mágico.

"Es muy fuerte y rápido. ¡Es como un tambor!"- exclamó Valentina.

"Así es, cariño. Está muy feliz dentro de la panza de mamá"- dijo el médico.

En ese momento, Valentina sintió que su miedo se desvanecía. Se dio cuenta de que su hermanita era una parte de ella y que siempre podrían compartir momentos como ese.

Ya de vuelta en casa, Valentina no podía dejar de pensar en lo especial que sería tener a su hermana. Pero, de repente, una nueva emoción apareció: celos.

"Supongo que mamá ya no tendrá tiempo para jugar conmigo cuando llegue ella..."- se dijo a sí misma.

Entonces, se quedó mirando su habitación y a Osito, que estaba tirado en el suelo.

"Osito, tienes razón. Puede ser que a veces esté un poco ocupada, pero eso no significa que no voy a ser la hermana mayor querida de todos modos"- razonó Valentina.

Con una gran determinación, decidió que no permitiría que los celos la dominaran. Hizo un plan en su mente: haría una lista de cosas que podía enseñar a su hermana para cuando naciera. Desde bailar hasta hacer dibujos de colores.

Comenzó a dibujar con lápices todos los juegos que quería compartir, elaborando un álbum de recuerdos para su futura hermana. Cada página estaba llena de amor y emoción.

Las semanas pasaron y cada vez que Valentina tocaba su barriguita, le decía:

"Te estoy esperando, hermanita. Somos un equipo, y yo te enseñaré el mundo"!

Finalmente, llegó el día en que la mamá de Valentina fue al hospital. La pequeña también fue, toda emocionada y ansiosa de conocer a su hermanita. Justo al llegar, pudo oír los llantos de un bebé.

"¿Es ella?"- preguntó Valentina, ajustándose su vestido.

"Sí, cariño. Tu hermana llegó para hacerte compañía"- respondió su mamá, mientras una enfermera le sonreía.

Valentina entró, nerviosa y emocionada. Cuando vio a su hermanita, con aquellos ojitos cerrados, sintió que su corazón casi estalla de amor.

"Hola, pequeña, soy tu hermana mayor"- dijo con suavidad.

Sus ojos se llenaron de lágrimas de felicidad. En ese momento, todo el miedo y los celos se desvanecieron para siempre. Valentina entendió que estaba lista para ser la mejor hermana que pudiera ser.

Y así, la vida de Valentina cambió para siempre, llena de risas, juegos y amor por su hermanita. Desde ese día, los dos se volvieron inseparables, compartiendo aventuras en su propio mundo lleno de magia y alegría.

A veces, Valentina miraba a Osito y sonreía, sabiendo que no estaba sola en esa nueva aventura. Juntos, comenzaban un hermoso capítulo en la historia de su familia, donde el amor siempre gana.

FIN.

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