Soya y el Arte de Sentir
En un pequeño barrio de Buenos Aires, vivía un adorable gatito llamado Soya. Con su suave pelaje naranja y grandes ojos curiosos, Soya pasaba sus días explorando los rincones del hogar de su dueña, una niña llamada Clara, que adoraba pintar. Clara pasaba horas con su pincel, plasmando colores en el lienzo, lo que despertó en Soya un gran interés por el arte.
Un día, mientras Clara pintaba un hermoso atardecer, Soya se acercó y se sentó a su lado.
"¿Qué estás haciendo, Clara?" - preguntó Soya, moviendo su colita emocionado.
"Estoy pintando el atardecer. ¿No es hermoso?" - respondió Clara, sonriendo.
"Es muy lindo, pero a mí me gustaría expresar lo que siento con colores. ¿Cómo lo hago?" - dijo el pequeño gatito, claramente intrigado.
Clara pensó un momento, y aunque le parecía raro que un gato quisiera pintar, decidió ayudarlo.
"Podés usar un pincel, pero también podés usar tus patas. ¿Querés que hagamos arte juntos?" - propuso Clara, entusiasmada.
"¡Sí! ¡Quiero hacer algo espectacular!" - exclamó Soya, saltando de felicidad.
Así, Clara llevó a Soya al jardín, donde recogieron hojas y flores de diferentes colores. Clara le mostró cómo hacer pintura natural:
"Mirá, si aplastamos las flores, podemos sacar color de ellas. ¡Hacemos pintura de verdad!"
"¡Qué divertido!" - dijo Soya, mientras trataba de aplastar una flor con su patita.
Después de un rato de risas y desastres coloridos, Soya comenzó a entender la importancia de expresar sus sentimientos. Pero pronto se dio cuenta de algo:
"Clara, tengo tantos sentimientos y no sé cómo pintarlos. A veces me siento feliz, a veces triste, y otras veces, no sé ni qué sentir" - confesó Soya, un poco confundido.
"Es normal, Soya. A veces los sentimientos son complicados. Pero podemos usar diferentes colores para diferentes emociones. ¿Qué tal si probamos?" - sugirió Clara, mientras tomaba un lienzo.
Soya pensó por un momento y decidió que quería intentar pintar su felicidad. Empezó a usar tonos amarillos y naranjas, juntos con algunas flores que había recogido. Clara, a su lado, mezclaba colores y animaba a su amigo.
"¡Eso es, Soya! ¡Dejá que tus sentimientos fluyan!" - le dijo.
"¡Mirá cómo brilla! Este es el sol de mi corazón" - dijo Soya, observando encantado su obra.
Pero justo en ese momento, pasó un pequeño pajarito y comenzó a piar fuertemente.
"¡Soya! ¡No!" - gritó Clara al ver que Soya saltaba hacia el pajarito, derrapando en su pintura. En ese momento, toda la obra se llenó de manchas de colores azules y verdes.
"Ups..." - dijo Soya, sintiéndose un poco mal.
"Esto no era parte del plan, ¿verdad?" - dijo Clara entre risas.
Soya se sintió mal por un momento, pero luego miró lo que había hecho.
"Es... es un nuevo tipo de arte" - dijo luego, tratando de animarse.
"¡Exacto! Eso es lo que pasa con los sentimientos. A veces, son colores que se mezclan de manera inesperada" - le explicó Clara.
Entusiasmado, Soya decidió experimentar con sus sentimientos.
"Voy a hacer una pintura que represente cuando me siento curioso y emocionado" - anunció.
"¡Vamos! Estoy segura de que será genial" - respondió Clara.
Día tras día, Soya fue aprendiendo a combinar colores de diferentes maneras, representando sus diferentes estados de ánimo: pasión, alegría, inquietud. Cada vez que su pintura no salía como esperaba, Clara le recordaba que lo importante era seguir intentando, y que cada fallo podía llevar a algo hermoso.
Una mañana, Soya se sentó a mirar su colección de obras.
"Mirá, Clara. He hecho muchas pinturas, pero ¿y si no les gusta a los demás?" - preguntó Soya.
"Eso no importa. Lo importante es que vos las sentís y son parte de vos mismo" - le animó Clara.
"Pero quiero compartirlo. ¿Dónde puedo mostrar mis pinturas?" - preguntó Soya, emocionado y nervioso a la vez.
Clara se iluminó con una idea:
"Podemos organizar una exposición en el patio. Invitemos a nuestros amigos, será divertido.¡Y podés contarles sobre tus sentimientos!" - propuso.
Soya no podía creerlo. Era su oportunidad de mostrar todo lo aprendido. Así que, junto a Clara, decoraron el patio, colgaron las obras del pequeño gatito y prepararon jugos y galletitas para los invitados.
El día de la exposición, los amigos de Clara llegaron, todos riendo y disfrutando del arte.
"¡Mirá, esos colores!" - decía uno de ellos.
"¿Quién pintó esto?" - preguntaba otro.
Soya, un poco tímido, se acercó y dijo:
"¡Soy yo! ¡Soy Soya, el gatito artista!"
"¿En serio? ¡Son geniales!" - exclamaron.
Al escuchar esas palabras, Soya sintió una inmensa alegría en su corazón.
"He pintado lo que siento: la felicidad de tener amigos y la emoción de ser un artista" - les explicó con una gran sonrisa.
"Es hermoso, Soya, se siente muy especial.¡Gracias por compartir tus colores!"
Esa tarde, Soya aprendió que el arte no sólo era una forma de expresión, sino también una manera de conectar con los demás. Con cada pincelada, descubrió que sus sentimientos eran valiosos y que compartirlos lo hacía aún más especial.
Desde ese día, Soya siguió pintando, explorando nuevos colores y técnicas, cada vez más seguro de que no importaba si hacía un desastre o una obra maestra; lo que verdaderamente importaba era la emoción que había detrás de cada pintura. Y así, Soya, el curioso gatito artista, aprendió que el arte es una ventana a los sentimientos, y en cada pintura, él siempre dejaría un pedacito de su corazón.
FIN.