Spike y Sueños


Había una vez una niña llamada Alejandra, quien tenía un gran sueño: ser la mejor jugadora de voley del mundo.

Desde muy pequeña, Alejandra demostró un talento innato para el deporte y se apasionaba cada vez que veía a los jugadores profesionales en la televisión. Un día, mientras Alejandra estaba practicando en su jardín, su mamá se acercó y le dijo con entusiasmo: "¡Hija, eres increíble! Tienes mucho potencial para convertirte en una gran jugadora de voley".

Alejandra sonrió emocionada y abrazó a su mamá. Sabía que podía contar con su apoyo incondicional. Sin embargo, las cosas eran diferentes cuando se trataba de su papá.

Aunque él amaba a Alejandra profundamente, no compartía el mismo entusiasmo por el voley. Siempre le decía: "Alejandra, el voley está bien como pasatiempo, pero debes enfocarte en otras cosas más importantes". Estas palabras desanimaban a Alejandra, pero ella no dejaba que eso la detuviera.

Cada tarde después de la escuela, iba al parque cercano y practicaba durante horas. Soñaba con jugar en grandes torneos y ganar medallas para representar a su país.

Un día, mientras entrenaba sola en la cancha del parque, un chico llamado Martín se acercó sorprendido por sus habilidades. Martín era un jugador profesional de voley y había estado observando a Alejandra desde hace tiempo. "¡Eres asombrosa!" exclamó Martín impresionado.

"¿Te gustaría venir a entrenar conmigo y mi equipo? Creo que podrías llegar muy lejos". Alejandra no podía creerlo, su sueño de ser la mejor estaba más cerca que nunca. Sin embargo, tenía miedo de contarle a su papá sobre esta oportunidad.

Cuando llegó a casa, Alejandra reunió el valor suficiente para hablar con su papá. Le explicó todo lo que había pasado y cómo Martín quería ayudarla a cumplir su sueño. "Hija, entiendo tu pasión por el voley", dijo su papá con una mirada seria.

"Aunque no comparto esa misma pasión, sé que eres capaz de lograr grandes cosas si te esfuerzas". El corazón de Alejandra se llenó de alegría al escuchar las palabras de su papá.

Sabía que aunque él no compartiera la misma pasión por el voley, siempre estaría ahí para apoyarla en lo que ella amaba hacer. Así fue como Alejandra comenzó a entrenar con Martín y su equipo. Cada día mejoraba sus habilidades y aprendía nuevas técnicas del juego.

Participaron en diferentes competencias y Alejandra demostraba un talento excepcional en cada partido. Su dedicación y esfuerzo dieron frutos cuando fue seleccionada para representar a su país en un torneo internacional.

Allí, frente a miles de personas, Alejandra brilló en la cancha y ayudó a su equipo a ganar la medalla de oro. Al regresar a casa después del torneo, Alejandra abrazó emocionada tanto a su mamá como a su papá.

"Gracias por siempre haberme apoyado", les dijo con lágrimas de felicidad en los ojos. "Sin su amor y confianza, no hubiera logrado convertir mi sueño en realidad".

Alejandra comprendió que el verdadero apoyo no siempre se encuentra en las personas que comparten la misma pasión, sino en aquellos que creen en ti y te aman incondicionalmente. Desde ese día, Alejandra siguió practicando y mejorando su juego.

Su sueño de ser la mejor jugadora de voley del mundo aún estaba vivo, pero lo más importante era saber que tenía a su familia a su lado, sin importar qué.

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