Stefanie y la Aventura en la Playa



Era un hermoso día soleado, y Stefanie estaba más que emocionada. Su mamá le había contado que irían a la playa. Se levantó de la cama saltando de felicidad y corrió hacia la cocina.

"¡Mamá, hoy vamos a la playa!" - gritó con una gran sonrisa.

Su mamá sonrió y le dijo:

"Sí, cariño. Pero primero necesitamos preparar todo. ¿Pudiste hacer la lista de lo que vamos a llevar?"

Stefanie asintió, muy ansiosa por ser parte de los preparativos. Agarró una hoja y un lápiz, haciendo una lista de todo lo necesario: toallas, protector solar, juguetes, y, por supuesto, su sombrero favorito.

Mientras su mamá organizaba la mochila, Stefanie se acordó de su amigo Tomás.

"¡Mamá! ¿Podemos invitar a Tomás a la playa con nosotros?"

"Por supuesto, pero primero debemos llamarlo" - respondió su mamá mientras buscaba el número en su teléfono.

Stefanie rápidamente buscó su juguete de arena, y con un brillo en los ojos, le dijo a su mamá:

"¡No puedo esperar para hacer castillos de arena!"

Después de una llamada breve, Tomás estaba listo para unirse a la aventura. Cuando llegó a casa de Stefanie, estaban listos para partir. El viaje hacia la playa estaba lleno de risas, canciones y chistes. Pero, de repente, su mamá se detuvo en un semáforo.

"Oh no, parece que hay un atasco de tráfico. Tal vez lleguemos más tarde" - dijo su mamá, un poco preocupada.

Stefanie miró por la ventana y notó que el sol brillaba muy fuerte. Se sintió un poco desanimada.

"¿Y si no llegamos nunca, mamá?"

Tomás, que estaba sentado en el asiento de atrás, dijo:

"No te preocupes, Stefanie. ¡Podemos jugar con nuestras sombras!"

Intrigada, Stefanie miró hacia abajo y vio sus sombras proyectadas en el asiento. Tomás comenzó a mover su mano haciendo que su sombra saltara.

"Mirá, ¡soy un patito!" - exclamó mientras imitaba a un pato.

Stefanie se unió a él, creando su propia sombra.

"¡Y yo soy una mariposa!" - dijo, revoloteando con gracia.

Así, mientras esperaban a que el tráfico se despejara, comenzaron a inventar juegos y a reír, haciendo que el tiempo pasara más rápido. Cuando al fin llegaron a la playa, el corazón de Stefanie latía de emoción.

"¡Miren cuánta arena!" - gritó mientras corría hacia la orilla del mar.

El océano se extendía ante ellos, brillante y azul. Empacaron rápidamente sus cosas y empezaron a jugar. Stefanie y Tomás hicieron castillos de arena, construyeron torres y decoraron sus castillos con conchas que encontraban. Pero de repente, una ola rompió y parte de su obra maestra fue llevada por el agua.

"¡Oh no!" - exclamó Tomás, mirando su castillo desmoronarse.

Pero Stefanie no se desanimó.

"No te preocupes, Tomás. Siempre podemos construir uno nuevo, ¡y lo haremos aún mejor!"

Así que se pusieron manos a la obra. Juntos recolectaron más conchas, y con su creatividad, hicieron el castillo más hermoso que habían visto.

Al final del día, después de estar bajo el sol y disfrutar de los juegos, Stefanie se sentó sobre la arena, mirando cómo el sol se ocultaba en el horizonte.

"Fue un día increíble, ¿verdad?" - dijo mientras contemplaba la puesta de sol.

Tomás sonrió, sintiéndose también contento.

"¡Sí! Y aprendimos que aunque a veces las cosas no salen como uno espera, siempre podemos divertirnos y hacer algo nuevo!"

Stefanie estaba de acuerdo. Había no solo sido un día maravilloso en la playa, sino que también aprendió a no rendirse y a buscar lo positivo en cada situación. Juntos, regresaron a casa con recuerdos inolvidables y una gran lección sobre la amistad y la resiliencia.

FIN.

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