Stephan y el Gran Baile de la Escuela
En una pequeña y alegre escuela de Buenos Aires, vivía un niño llamado Stephan. Desde que comenzó el año escolar, Stephan sentía un nudo en el estómago cada vez que le pedían que participara en una actividad. Le encantaba el baile y la música, pero siempre se quedaba en un rincón, observando a sus compañeros.
Un día, la maestra Marta anunció con entusiasmo: "¡Chicos! Este viernes haremos un Gran Baile en la escuela. ¡Todos pueden participar!"
Stephan sintió que su corazón daba un vuelco. La idea de bailar frente a todos le aterraba. Decidido a no dejar que el miedo lo detuviera, se fue a casa esa tarde con un pensamiento: "Voy a intentarlo".
Al día siguiente, sus amigos Matías y Valentina se acercaron a él. "Stephan, ¿vas a bailar en el Gran Baile?" preguntó Matías.
"No sé... me da miedo participar" murmuró Stephan, bajando la mirada.
"No tenés que tener miedo, ¡vamos a bailar juntos!" dijo Valentina sonriendo.
Stephan sonrió tímidamente, sintiendo que las palabras de sus amigos lo alentaban. Esa noche, se puso a practicar en su habitación. Bailó y cantó, olvidándose del miedo y sintiendo la música.
Al día siguiente, durante la clase de música, la maestra Marta les enseñó una coreografía.
"Stephan, ¿quieres intentarlo?" le preguntó, al ver su mirada nerviosa.
"Sí, creo que puedo", respondió, sintiendo que su valentía comenzaba a florecer.
Con la ayuda de sus amigos, Stephan comenzó a practicar todos los días durante el recreo. Cada vez que se equivocaba, sus amigos lo animaban. "No te preocupes, todos cometemos errores. Lo importante es divertirnos juntos", le decía Matías.
Una tarde, mientras practicaban, se dio cuenta de que podía ayudar a sus compañeros, que algunos también tenían miedo. "¿Por qué no hacemos una ronda y bailamos todos juntos?" sugirió. Sus amigos aplaudieron la idea, y comenzaron a bailar en círculo, riendo y disfrutando.
El día del Gran Baile llegó. La escuela se llenó de colores y música. Stephan sintió que el nerviosismo regresaba, pero recordó lo mucho que había practicado y cuánto disfrutaba bailar con sus amigos. Cuando llegó su turno, se puso al frente, mirando a sus compañeros.
"¡Vamos, Stephan!" gritó Valentina desde el público.
Con una profunda respiración, Stephan empezó a moverse. La música lo envolvió y, finalmente, olvidó su miedo. Bailó con alegría y, al mirarlos, vio a todos sonriendo.
Luego de su actuación, la maestra Marta se acercó. "¡Felicidades, Stephan! Has sido muy valiente y talentoso. Esto muestra que la amistad y la alegría pueden superar el miedo".
"Gracias, maestra. No podría haberlo hecho sin mis amigos", contestó, sintiendo una calidez especial en su corazón.
Al finalizar el baile, Stephan se sintió lleno de energía. Había hecho nuevos amigos, aprendió que ayudar a otros también le traía felicidad y, sobre todo, descubrió que podía disfrutar de la vida en la escuela.
Desde ese día, Stephan nunca volvió a dudar de su capacidad para participar. Ayudó a organizar actividades, a los nuevos compañeros, y siempre estaba listo para bailar y cantar. La escuela se convirtió en un lugar donde él se sentía feliz y seguro.
Así, Stephan no solo venció su miedo, sino que también aprendió que ser amable y bondadoso puede iluminar el día de alguien. ¡Y, por supuesto, siempre tuvo una sonrisa lista para compartir con los demás!
Y así, en la pequeña escuela de Buenos Aires, el Gran Baile se convirtió en una tradición, un espacio donde todos podían ser libres, divertirse y, lo más importante, estar juntos celebrando la amistad y el arte.
Stephan sabía que todo era posible cuando se tiene el apoyo de buenos amigos y el valor para ser uno mismo.
FIN.