Stich y la Amistad de Kuromi
Era un día soleado en el planeta de Stitch. Su nave espacial brillaba como el sol y él se divertía saltando entre las estrellas. Mientras hacía acrobacias en el aire, vio una figura melancólica en el prado cercano. Era una niña pequeña con orejas de conejo que estaba sentada sola sobre el césped. Stitch decidió que tenía que averiguar qué le pasaba.
- ¡Hola! - gritó Stitch, aterrizando suavemente cerca de ella. - ¿Por qué estás tan triste?
La niña levantó la vista, sorprendida.
- Hola... Me llamo Kuromi - respondió ella en un susurro. - Estoy triste porque no tengo muchos amigos. Todos juegan en grupos y yo me siento sola.
Stitch, con su corazón amable, decidió hacer algo al respecto.
- ¡No te preocupes, Kuromi! Ahora que me encontraste, ¡podemos ser amigos! - exclamó Stitch, sonriendo de oreja a oreja.
Kuromi sonrió por primera vez.
- ¿De verdad? ¡Me encantaría!
La energía de la pequeña se revitalizó al instante. Juntos comenzaron a jugar en la nave de Stitch, donde él le mostró algunos trucos de acrobacia que hacía mientras volaba entre las estrellas.
- ¡Mirá esto, Kuromi! - dijo Stitch, dando una vuelta de campana. - ¡Es fácil! Solo tienes que intentarlo.
Kuromi, emocionada, intentó imitarlo, pero se inclinó demasiado y terminó cayendo en suaves risas.
- ¡Ups! - dijo entre risas. - ¡Eso fue divertido!
Ambos se rieron y continuaron jugando. Pero mientras volaban, se dieron cuenta de que la nave había comenzado a acercarse a un oscuro bosque lleno de árboles altos y enredados.
- ¡Oh no! ¡No quería ir a ese lugar! - dijo Kuromi, asustada.
- ¡No te preocupes! ¡Soy Stitch! Puedo llevarlo al espacio y regresar en un instante - respondió él, con determinación.
Sin embargo, antes de que pudieran escapar, la nave se detuvo repentinamente.
- ¿Qué pasó? - preguntó Stitch mientras empezaba a revisar los controles.
- ¡Creo que la nave está atascada! - gritó Kuromi.
Stitch pensó rápidamente y recordó que la amistad significaba trabajar juntos.
- ¡Vamos a usar nuestra fuerza juntos! - dijo Stitch, tomando las manos de Kuromi. - ¡Uno, dos, tres... empuja!
Ambos empujaron juntos y, con un gran esfuerzo, la nave comenzó a moverse otra vez.
- ¡Funciona! - gritó Kuromi, llena de alegría.
Finalmente, lograron despegar y volar hacia el cielo despejado, dejando atrás el bosque oscuro. Cuando estaban de vuelta en un lugar seguro, Kuromi miró a Stitch con gratitud.
- ¡Gracias, Stitch! Nunca pensé que podría salir de eso.
- ¡Lo hicimos juntos! - dijo él. - La amistad es ayudar y apoyarnos mutuamente.
Kuromi comprendió que, aunque a veces se sentía sola, la verdadera amistad podía abrir puertas y construir lazos en cualquier lugar. Con una chispa de alegría, le propuso a Stitch:
- ¿Podemos invitar a otros a jugar con nosotros?
- ¡Claro que sí! - dijo Stitch emocionado. - Vamos a hacer un gran juego juntos.
Luego de eso, Stitch llevó a Kuromi a la Tierra, y juntos comenzaron a invitar a otros niños. Pronto, el campo estaba lleno de risas y alegría, todos jugando e interactuando. Kuromi ya no se sentía sola; tenía un montón de amigos.
Al final del día, Stitch y Kuromi se sentaron bajo un árbol, mirando las estrellas.
- El poder de la amistad nos convierte en más fuertes - dijo Kuromi, sonriendo.
- ¡Sí! - concordó Stitch. - Y siempre hay lugar para más amigos.
Desde ese día, Kuromi nunca más se sintió sola. Gracias a Stitch, aprendió que ser valiente y abrirse a los demás puede llevar a maravillosas aventuras y nuevas amistades.
Así, cada vez que vean a una niña con orejas de conejo, no olviden que la amistad puede brillar como las estrellas en el cielo, iluminando incluso los días más nublados.
FIN.