La abuela Margarita cosía un chaleco floreado. "¡Qué bonito te está quedando, abuela!", exclamó Caperucita Roja al entrar en la casita, que más parecía una seta gigante. Era el día del Gran Festival de las Fresas del Bosque Brillante. Caperucita, con su cesta llena de bollos recién horneados, se preparaba para visitar a su abuela. Su madre, la señora Roja, le advirtió: "¡Ten cuidado, Caperucita! No te distraigas con las mariposas parlanchinas ni con las ardillas malabaristas. ¡Y, sobre todo, no hables con el lobo!"
Caperucita prometió portarse bien y se adentró en el bosque. El sol brillaba entre las hojas y los pájaros cantaban canciones alegres. De repente, ¡zas!, un lobo grande y peludo apareció en el camino. Pero este lobo era diferente. Tenía una zanahoria mordisqueada en la mano y una mirada triste.
"¡Hola, pequeña!", saludó el lobo con voz suave. "Me llamo Lorenzo. ¿A dónde vas con tanta prisa?"
Caperucita, recordando las palabras de su madre, dudó un instante. Pero Lorenzo parecía inofensivo. "Voy a visitar a mi abuela Margarita. Le llevo bollos para el festival", respondió Caperucita.
"¡Qué bien!", dijo Lorenzo. "Yo también iba a ir al festival. Pero me he perdido. ¿Podrías decirme cómo llegar?"
Caperucita le explicó el camino: "Sigue el sendero de las margaritas amarillas, cruza el río de chocolate y llegarás a una casa que parece una seta gigante".
Lorenzo le dio las gracias y, en lugar de seguir el camino, ¡corrió lo más rápido que pudo! Su plan era llegar antes que Caperucita a casa de la abuela Margarita. Pero no para comérsela, ¡sino para pedirle un favor!
Mientras tanto, Caperucita, cantando una canción, se encontró con tres conejitos que jugaban a las canicas. "¡Hola, Caperucita! ¿Quieres jugar con nosotros?", preguntaron los conejitos.
Caperucita, tentada, aceptó. Jugaron y rieron durante un buen rato. Cuando se dio cuenta, el sol empezaba a esconderse entre los árboles. "¡Oh, no! ¡Llegaré tarde!", exclamó Caperucita, y corrió hacia la casa de su abuela.
Lorenzo, jadeando, llegó a la casa de la abuela Margarita. Tocó a la puerta. "¿Quién es?", preguntó la abuela desde dentro.
Lorenzo, imitando la voz de Caperucita, dijo: "Soy yo, abuela. Traigo bollos para el festival".
La abuela Margarita, que no oía muy bien, abrió la puerta. Lorenzo entró y le explicó su problema: "Abuela Margarita, necesito su ayuda. Soy vegetariano y todos los lobos se burlan de mí. ¡Quiero demostrarles que puedo ser diferente! ¿Me ayudaría a preparar un plato vegetariano delicioso para el festival?"
La abuela Margarita, conmovida por la historia del lobo vegetariano, aceptó ayudarle. Juntos, prepararon una tarta de zanahoria y espinacas con forma de luna llena.
Cuando Caperucita llegó, encontró la puerta abierta. "¡Abuela!", llamó. Al entrar, vio a Lorenzo y a su abuela cocinando. Al principio se asustó, pero luego la abuela le explicó todo.
Caperucita, Lorenzo y la abuela Margarita fueron juntos al festival. El lobo, con su tarta vegetariana, causó sensación. Los demás lobos se sorprendieron al ver que Lorenzo era diferente y que su tarta era deliciosa.
Lorenzo se hizo amigo de todos y Caperucita aprendió que no todos los lobos son malos. La abuela Margarita, feliz, bailó toda la noche al son de la música del bosque. Y así, Caperucita Roja, el lobo vegetariano y la abuela Margarita vivieron muchas aventuras más en el Bosque Brillante.