¡Cuidado con la Basura! Las Aventuras de Sofía y los Momoyes

Based on: Los momoyes (Mito venezolano) Los duendes son seres mitológicos que existen en todas partes mundo. Se parecen a los pobladores del país donde viven, de modo un duende de Pekin tiene aspecto de chino, y uno de Venezuela se pater a un venezolano, pero todos son de muy baja estatura. Los momoyes son duendes del folclore venezolano que habita en la zona andina desde mucho antes de la llegada de los españoles nuestras tierras. Estos seres son descritos como pequeños hombrecitos de, apro madamente treinta centímetros de altura. Pueden aparecer vestidos la manera india, con el cuerpo adornado con plumas, hojas y flores, ye ayudan de un bastón para caminar. También se los describe como ataviado por enormes sombreros y larga barba. Habitan especialmente en lagunas y ríos de los estados Mérida y Trujillo. Dicen que son criaturas traviesas y defensoras del ambiente Por su carácter de duendes protectores, hay muchas anécdotas acerca de las inesperadas reacciones que los momoyes pueden tener hacia los turistas que dejan sus desperdicios contaminantes en los lugares donde ellos viven. Se cuenta que un momoy le arrojó violentamente a un hombre, una lata de refresco que había intentado dejar en la Laguna Negra de Mérida. También cuenta la gente de los Andes de un momoy del páramo de La Culata, de personalidad muy violenta, que azotaba con su bastón a los viajeros que acampaban en el lugar, especialmente si dejaban sus desperdicios allí. Estos simpáticos duendes hacen sentir su presencia de muchas maneras: cantan bellas canciones, silban y hacen travesuras a viajeros y excursionistas; a veces roban los alimentos que les gustan, sobre todo los dulces, les apagan las fogatas, les esconden las cosas y les echan encima la basura mientras duermen, si la han dejado mal puesta. Pero son duendes amistosos y ecologistas, cuidan las lagunas andinas, la flora y la fauna de los páramos. Los momoyes son duendecitos alegres y benévolos, pero no se te ocurra fastidiarlos o agredir el ambiente, porque te puedes llevar un latazo por la cabeza o amanecer cubierto de basura. Si uno no quiere ser víctima de sus travesuras, debe comportarse muy bien cuando anda de paseo por las tierras andinas. Hay quienes dicen que los han visto aparecer en otros lugares de Venezuela, donde hay gente que tira la basura en cualquier lugar.

Sofía y su familia viajaron desde Caracas hasta Mérida para pasar las vacaciones. ¡Estaba tan emocionada! Siempre había soñado con ver las montañas andinas y sus lagunas misteriosas. Su abuela, la abuela Elena, le había contado historias sobre los momoyes, pequeños duendes que viven en las lagunas y protegen la naturaleza.

"¡Abuela, abuela! ¿De verdad existen los momoyes?" preguntó Sofía con los ojos brillantes.

La abuela Elena sonrió. "¡Claro que sí, Sofía! Pero tienes que ser muy respetuosa con la naturaleza. Los momoyes no toleran a quienes la ensucian".

El primer día, visitaron la Laguna Negra. Sofía quedó maravillada con el paisaje. El agua era oscura y misteriosa, rodeada de montañas imponentes. Mientras caminaban, Sofía vio a un señor arrojando una botella de plástico al suelo. ¡Qué horror!

"¡Señor, no haga eso!" exclamó Sofía. "Los momoyes no se pondrán contentos".

El señor se rió y siguió caminando. Sofía se sintió impotente. Recogió la botella y la depositó en un cesto de basura.

Esa noche, mientras dormían en una cabaña cerca de la laguna, Sofía escuchó un ruido extraño. Era como un silbido suave, seguido de pequeñas risitas. Abrió los ojos y vio una sombra que se movía cerca de la ventana. Tenía la forma de un hombrecito con un sombrero grande.

Sofía se asustó un poco, pero recordó las historias de su abuela. Tal vez era un momoy.

Al día siguiente, decidieron ir de excursión al páramo de La Culata. El paisaje era espectacular, lleno de frailejones y flores silvestres. Sofía y su hermano, Miguel, se adelantaron corriendo. Encontraron un lugar perfecto para hacer un picnic.

Después de comer, Miguel, distraído, dejó caer un envoltorio de galletas al suelo. Sofía lo reprendió de inmediato.

"¡Miguel, recoge eso! ¡Los momoyes nos van a regañar!"

Miguel, con pereza, hizo caso omiso. "Bah, no creo en esas cosas", dijo.

De repente, un viento fuerte sopló y el envoltorio de galletas salió volando. Sofía y Miguel lo persiguieron hasta que desapareció entre los frailejones. No lograron encontrarlo.

Esa noche, mientras dormían en el campamento, Miguel se despertó con un sobresalto. Sintió algo extraño en la cara. Abrió los ojos y ¡estaba cubierto de hojas secas y tierra!

"¡Sofía! ¡Sofía! ¡Mírame! ¿Qué pasó?" gritó Miguel, asustado.

Sofía se despertó y empezó a reír al ver a su hermano lleno de tierra. "¡Creo que los momoyes te dieron una lección!" dijo Sofía.

Mientras tanto, el papá de Sofía y Miguel se despertó por el alboroto. Vio a Miguel lleno de tierra y a Sofía riendo. El papá no entendía lo que pasaba, pero cuando Sofía le contó sobre la galleta y los momoyes, el papá comprendió.

Miguel, avergonzado, recogió todas las hojas y la tierra y las tiró a la basura. A partir de ese día, Miguel siempre se aseguró de no dejar basura en ningún lugar.

Al día siguiente, mientras caminaban cerca de la Laguna de Mucubají, Sofía escuchó una melodía suave. Era una canción hermosa, cantada en una voz muy pequeña. Siguió el sonido y vio a un pequeño hombrecito sentado en una roca. Tenía un sombrero grande, una barba larga y un bastón de madera.

Sofía se acercó con cuidado. "¿Eres un momoy?" preguntó.

El hombrecito sonrió. "Sí, pequeña. Soy un momoy. Y estoy muy contento de ver que tú y tu familia respetan la naturaleza".

El momoy le contó a Sofía sobre la importancia de cuidar las lagunas y los páramos. Le explicó que los momoyes son los guardianes de la naturaleza y que siempre castigan a quienes la ensucian.

Antes de desaparecer, el momoy le regaló a Sofía una pequeña pluma de un ave muy rara que habitaba el páramo. "Recuerda siempre proteger la naturaleza", le dijo el momoy.

Sofía regresó a Caracas con la pluma y el recuerdo inolvidable de su encuentro con el momoy. Le contó a todos sus amigos sobre los duendes andinos y la importancia de cuidar el medio ambiente. Desde entonces, Sofía se convirtió en una defensora de la naturaleza, siempre recordando la lección que aprendió en los Andes venezolanos. Y cada vez que alguien dejaba caer basura, Sofía recordaba el latazo y la lección de los momoyes. ¡Cuidado con la basura, o los momoyes te darán una lección!

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Publicado el 04/08/2025

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