En un reino lejano, vivía una joven llamada Ámbar.
Ella trabajaba como empleada en una mansión de ricos, limpiando, cocinando y cuidando a los niños.
Ámbar soñaba con una vida mejor, donde pudiera ser una princesa y vivir en un hermoso castillo.
Por otro lado, en la misma ciudad, vivía un joven llamado Renzo.
Él trabajaba como guardia de seguridad en una casa enorme, vigilando la propiedad y protegiendo a sus habitantes.
Renzo soñaba con una vida llena de aventuras, donde pudiera explorar tierras desconocidas y descubrir nuevos mundos.
Un día, mientras Ámbar limpiaba la biblioteca de la mansión, encontró un libro antiguo.
Lo abrió y comenzó a leer sobre un castillo mágico, escondido en un bosque encantado.
El castillo estaba lleno de princesas y criaturas fantásticas, y Ámbar supo que ese era el lugar donde ella pertenecía.
Decidida a encontrar el castillo, Ámbar le contó a Renzo sobre su sueño.
Renzo, intrigado por la historia, decidió ayudarla.
Juntos, se embarcaron en un viaje hacia el bosque encantado.
Después de días de caminar, llegaron al bosque.
Era un lugar oscuro y misterioso, lleno de árboles altos y arbustos espinosos.
Ámbar y Renzo tuvieron miedo, pero siguieron adelante, decididos a encontrar el castillo.
De repente, vieron una luz brillante entre los árboles.
Corrieron hacia ella y encontraron un hermoso castillo, con torres altas y ventanas brillantes.
Ámbar y Renzo estaban encantados.
Habían encontrado el castillo de las princesas.
Entraron al castillo y fueron recibidos por una hermosa princesa.
La princesa les dijo que había estado esperando su llegada.
Ámbar y Renzo habían sido elegidos para ser los nuevos dueños del castillo y del bosque encantado.
Ámbar y Renzo estaban encantados.
Habían logrado sus sueños.
Ámbar ahora era una princesa y Renzo era el dueño de un parque jurásico lleno de dinosaurios.
Juntos, crearon un mundo mágico donde las princesas y los dinosaurios vivían en armonía.
Y así, Ámbar y Renzo vivieron felices para siempre en su castillo de princesas y parque jurásico.