En un bosque frondoso y verde, vivía un conejo muy veloz llamado Saltarín y una tortuga lenta y constante llamada Lenta.
Saltarín siempre se burlaba de Lenta por su lentitud, pero Lenta nunca se desanimaba.
Un día, los animales del bosque decidieron organizar una carrera para ver quién era el más rápido.
Todos los animales estaban emocionados, especialmente Saltarín, que estaba seguro de ganar.
Lenta también decidió participar, aunque sabía que sería difícil.
La carrera comenzó y Saltarín salió disparado como una flecha.
Corrió y corrió, dejando atrás a todos los demás animales.
Lenta, por otro lado, caminaba despacio y con determinación, paso a paso.
Saltarín corrió tan rápido que se cansó mucho.
Decidió detenerse a descansar debajo de un árbol.
Pero se quedó dormido y no se dio cuenta de que Lenta seguía caminando lentamente.
Mientras Saltarín dormía, Lenta siguió caminando, paso a paso.
Poco a poco, fue alcanzando a Saltarín.
Cuando Saltarín se despertó, se sorprendió al ver a Lenta tan cerca.
Saltarín corrió lo más rápido que pudo, pero era demasiado tarde.
Lenta cruzó la línea de meta primero, ganando la carrera.
Los animales del bosque se sorprendieron y aplaudieron a Lenta por su perseverancia.
Saltarín aprendió una valiosa lección ese día: no hay que subestimar nunca a los demás.
Incluso los más lentos pueden lograr grandes cosas si nunca se rinden.