El Grillo Cantor y la Cosecha Robada

Based on: Un granjero que tiene una mala cosecha porque un malvado zorro se la arruina. De pronto un pequeño grillo mágico aparece para ayudarlo a recuperar su cosecha

El sol brillaba tímidamente sobre la granja del Tío Benito. Normalmente, este sería un tiempo de alegría y abundancia. Los campos estarían repletos de tomates rojos y jugosos, calabazas gigantes y mazorcas de maíz doradas. Pero este año, la granja del Tío Benito lucía triste y vacía. Un zorro malvado, llamado Rufino, había decidido que la granja del Tío Benito sería su buffet personal. Cada noche, Rufino y su banda de zorritos hambrientos se colaban en los campos, mordisqueando los tomates, escarbando las calabazas y derribando las plantas de maíz.

El Tío Benito estaba desesperado. Había intentado de todo: espantapájaros, vallas, incluso un viejo sombrero puesto en un palo. Nada funcionaba. Rufino era demasiado astuto. Una tarde, sentado en un banco con la cabeza entre las manos, el Tío Benito suspiró profundamente. "¡Ay, mi pobre cosecha! ¿Qué voy a hacer?"

De repente, escuchó un pequeño chirrido. Miró hacia abajo y vio un grillo diminuto, verde brillante, con unos ojos grandes y curiosos. Este no era un grillo cualquiera. Este grillo brillaba con un aura suave y dorada.

"Hola," dijo el grillo, su voz resonando como una campanita. "Me llamo Crispín, y he oído tus lamentos. Sé por qué estás tan triste."

El Tío Benito, sorprendido, tartamudeó: "¿Un grillo que habla? ¿Y además, brillante?"

Crispín sonrió (si es que los grillos pueden sonreír). "Soy un grillo mágico. Puedo ayudarte a recuperar tu cosecha."

El Tío Benito, aunque escéptico, estaba dispuesto a intentar cualquier cosa. "¿Cómo? Ese zorro es más listo que yo."

"Tengo un plan," dijo Crispín. "Pero necesito tu ayuda." Le explicó su idea al Tío Benito, quien, al principio, se mostró un poco reacio, pero finalmente accedió.

Esa noche, mientras Rufino y su banda de zorritos se acercaban sigilosamente a la granja, el Tío Benito y Crispín estaban listos. El Tío Benito había colocado pequeños cascabeles en las ramas de los árboles alrededor de los campos. Crispín, por su parte, se había escondido en una calabaza hueca.

Cuando los zorritos entraron en los campos, tropezaron con los cascabeles. ¡Ding! ¡Ding! ¡Ding! Los cascabeles comenzaron a sonar, alertando a Rufino. "¡Silencio!" siseó Rufino. "¡Estamos aquí para comer, no para hacer ruido!"

Pero entonces, desde la calabaza, Crispín comenzó a cantar. No era un canto cualquiera. Era una melodía mágica, llena de alegría y risa. La música era tan contagiosa que incluso los zorritos más hambrientos comenzaron a mover las colas.

Rufino, furioso, intentó silenciar a Crispín. Pero cuanto más intentaba, más fuerte cantaba el grillo. La música se volvía cada vez más hipnótica, haciendo que los zorritos olvidaran el hambre y comenzaran a bailar. Incluso Rufino sintió que sus patas comenzaban a moverse al ritmo de la música.

El Tío Benito, viendo la escena, no pudo evitar reírse. Los zorritos, bailando torpemente, parecían pequeños payasos. Rufino, completamente frustrado, intentó huir, pero sus patas no le obedecían. Estaba atrapado, bailando al ritmo de la canción de Crispín.

Finalmente, Crispín detuvo su canto. Los zorritos, exhaustos, se desplomaron en el suelo. Rufino, mareado y humillado, miró al Tío Benito con resentimiento.

"¡Esta granja es tuya!" gruñó Rufino. "¡Pero no volveré!" Y con un último gruñido, huyó con su banda de zorritos.

El Tío Benito, agradecido, le dio un abrazo a Crispín. "¡Lo hiciste! ¡Salvaste mi cosecha! ¿Cómo te lo puedo agradecer?"

Crispín sonrió. "Solo quiero que tu granja vuelva a estar llena de alegría. Y que recuerdes que incluso las criaturas más pequeñas pueden hacer grandes cosas."

Crispín se quedó en la granja del Tío Benito, cantando cada noche para proteger los campos. La cosecha fue abundante ese año, y la granja del Tío Benito volvió a ser un lugar feliz. Y cada vez que el Tío Benito escuchaba el canto de Crispín, recordaba la importancia de la amistad y la magia que puede encontrarse en los lugares más inesperados.

Desde entonces, la granja del Tío Benito fue conocida como "La Granja del Grillo Cantor", y todos sabían que allí vivía un grillo mágico que protegía la cosecha y llenaba el corazón de todos con alegría.

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Publicado el 04/07/2025

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