En el corazón de un vasto bosque, vivía un joven indio llamado Águila Roja.
Tenía 14 años y era conocido por su agilidad y su puntería.
Su sueño era convertirse en un gran cazador, como su padre y su abuelo.
Cada día, Águila Roja se adentraba en el bosque con su arco y flechas.
Practicaba incansablemente, apuntando a hojas, ramas y pequeños animales.
Pero su objetivo principal era cazar un ciervo, el animal más majestuoso del bosque.
Un día, mientras cazaba, Águila Roja oyó un ruido entre los arbustos.
Cautelosamente, se acercó y vio a un magnífico ciervo bebiendo de un arroyo.
El corazón de Águila Roja latió con fuerza.
Esta era su oportunidad.
Tomó una flecha, la colocó en su arco y apuntó con cuidado.
Respiró hondo y soltó la flecha.
La flecha voló por el aire y dio en el blanco, justo en el corazón del ciervo.
El animal se desplomó al instante.
Águila Roja estaba exultante.
Había cazado su primer ciervo.
Regresó a su aldea como un héroe, donde fue recibido con orgullo y admiración.
A partir de ese día, Águila Roja fue conocido como un hábil cazador, y su nombre se transmitió de generación en generación.