Había una vez un niño llamado Samuel que era muy tímido.
Le daba vergüenza hablar con la gente, incluso con sus propios familiares y amigos.
Siempre se escondía detrás de su madre o se quedaba callado en las esquinas.
Sus padres y amigos estaban preocupados por él.
Querían ayudarlo a superar su timidez, pero no sabían cómo.
Un día, su maestra les dio una idea.
Les dijo que lo mejor era que Samuel se sintiera cómodo hablando en situaciones pequeñas y seguras.
Así que sus padres y amigos comenzaron a practicar con él.
Le pedían que ordenara en el restaurante, que preguntara la hora a un extraño o que saludara a los vecinos.
Al principio, a Samuel le costó mucho, pero poco a poco empezó a sentirse más seguro.
Un día, en la escuela, la maestra le pidió a Samuel que leyera un cuento en voz alta frente a la clase.
Samuel se puso muy nervioso, pero recordó todo lo que había practicado.
Respiró hondo y comenzó a leer.
Al principio, su voz era muy baja y temblorosa, pero poco a poco se fue haciendo más fuerte y clara.
Los niños de la clase escucharon con atención, y cuando Samuel terminó, todos aplaudieron.
Samuel estaba tan feliz y orgulloso de sí mismo.
Se dio cuenta de que no era tan tímido como pensaba.
Solo necesitaba un poco de práctica y apoyo.
Desde ese día, Samuel siguió practicando su voz.
Se unió al coro de la escuela y empezó a hablar más con sus amigos y familiares.
Poco a poco, su timidez desapareció y se convirtió en un niño seguro y extrovertido.