En un lejano y hermoso pueblo, vivía un niño llamado Mateo.
Mateo era un niño muy bondadoso y cariñoso, pero su madre estaba muy enferma.
Mateo estaba muy preocupado por su madre y no sabía qué hacer.
Un día, mientras Mateo caminaba por el bosque, se encontró con una hermosa paloma blanca.
La paloma blanca le dijo a Mateo que podía ayudarlo a encontrar a alguien que pudiera curar a su madre.
Mateo siguió a la paloma blanca hasta un claro en el bosque, donde vio a un hombre sentado debajo de un árbol.
El hombre era Jesús de Nazaret.
Jesús le dijo a Mateo que no se preocupara, que él podía curar a su madre.
Jesús puso sus manos sobre la madre de Mateo y la sanó.
Mateo estaba tan feliz que abrazó a Jesús y le agradeció.
Jesús le dijo a Mateo que siempre estuviera dispuesto a ayudar a los demás y que nunca perdiera la fe.
Mateo nunca olvidó las palabras de Jesús y siempre trató de ayudar a los demás.
Y la hermosa paloma blanca siempre estuvo a su lado, guiándolo y protegiéndolo.