En el corazón de un bosque encantado, vivía un pequeño oso llamado Osito que tenía un secreto: le aterrorizaba la oscuridad.
Cada vez que el sol comenzaba a ponerse, Osito se llenaba de pánico.
Mientras los demás animales se preparaban para dormir, Osito se escondía en su madriguera, temblando de miedo.
El crujido de las hojas, el ulular de los búhos y el susurro del viento le hacían imaginar monstruos acechando en las sombras.
Un día, mientras Osito se lamentaba de su miedo, se encontró con una sabia lechuza llamada Luna.
Luna escuchó atentamente la historia de Osito y sonrió con comprensión.
'Querido Osito', dijo Luna, 'la oscuridad no es algo que temer.
Es simplemente la ausencia de luz.
Cuando tienes miedo, recuerda que siempre hay luz dentro de ti'.
Osito dudó, pero las palabras de Luna resonaron en su corazón.
Esa noche, cuando el sol se puso, Osito decidió enfrentar su miedo.
Salió de su madriguera y respiró hondo.
Al principio, la oscuridad era aterradora.
Pero poco a poco, Osito comenzó a notar cosas que nunca antes había visto.
Las estrellas brillaban intensamente en el cielo, y la luna proyectaba una luz tenue sobre el bosque.
Osito caminó con cuidado, guiándose por la luz de las estrellas.
A medida que avanzaba, su miedo comenzó a disiparse.
Se dio cuenta de que la oscuridad no era tan mala después de todo.
Finalmente, Osito llegó a un claro donde un pequeño grupo de luciérnagas bailaba en el aire.
Su luz brillante iluminaba la noche, creando un espectáculo mágico.
Osito se quedó maravillado, su miedo reemplazado por asombro.
Desde ese día en adelante, Osito nunca más le temió a la oscuridad.
Sabía que siempre podía encontrar luz dentro de sí mismo y en el mundo que lo rodeaba.