En un pueblito muy lejano, donde las flores silvestres pintaban el campo de colores alegres, vivía una niña llamada Lucía.
Lucía era una niña muy curiosa y le encantaba explorar el bosque que rodeaba su casa.
Un día, mientras Lucía paseaba por el bosque, se encontró con una cinta rosa atada a un árbol.
La cinta era tan bonita que Lucía no pudo resistirse a llevársela a casa.
Cuando Lucía llegó a casa, le mostró la cinta a su mamá.
Su mamá le dijo que la cinta era un símbolo de la lucha contra el cáncer de mama.
Le explicó que el cáncer de mama era una enfermedad que afectaba a muchas mujeres y que era importante cuidarse para prevenirla.
Lucía se quedó muy sorprendida.
Nunca había oído hablar del cáncer de mama antes.
Su mamá le dijo que había muchas cosas que podía hacer para cuidarse, como hacerse mamografías regulares y examinarse los senos ella misma.
Lucía prometió a su mamá que se cuidaría y que ayudaría a otras personas a cuidarse también.
Empezó a llevar la cinta rosa en su mochila y a hablar con sus amigas sobre la importancia de la prevención del cáncer de mama.
Un día, Lucía organizó una carrera en el bosque para recaudar fondos para la lucha contra el cáncer de mama.
Todas sus amigas participaron y juntas lograron recaudar mucho dinero.
Lucía estaba muy orgullosa de haber ayudado a otras personas a cuidarse.
Sabía que la cinta rosa era más que un simple adorno, era un símbolo de esperanza y lucha.
Y así, Lucía y sus amigas siguieron llevando la cinta rosa y hablando sobre la importancia de la prevención del cáncer de mama.
Porque sabían que juntas podían vencer esta enfermedad y proteger a todas las mujeres.