En el colegio secundario, las matemáticas eran un desafío para María.
Los números parecían bailar en su cuaderno, burlándose de ella.
Pero María no se dio por vencida.
Recordó las palabras de su abuela: "La perseverancia es la llave del éxito".
Así que, cada noche, se sentaba en su escritorio y resolvía problemas hasta que sus ojos se cerraban.
Poco a poco, María comenzó a entender los conceptos.
Los números dejaron de bailar y se convirtieron en amigos.
Con cada problema resuelto, su confianza crecía.
Un día, en un examen, María se enfrentó a un problema difícil.
Respiró hondo y recordó su perseverancia.
Trabajó paso a paso, sin darse por vencida.
Finalmente, encontró la solución.
La profesora quedó impresionada con el progreso de María.
Le dijo: "Tu perseverancia te ha llevado al éxito".
María sonrió, sabiendo que el secreto de las matemáticas era la perseverancia.