Había una vez una turista llamada Sofía, una joven aventurera de 25 años. En sus vacaciones, sintió una irresistible curiosidad por conocer el Valle de Majes, un lugar del que había oído maravillas.Así que, en una madrugada despejada, Sofía partió de la ciudad de Arequipa hacia Aplao. Tras un viaje de cuatro horas, llegó a su destino y se instaló en el acogedor Hotel Rommys.Decidida a aprovechar al máximo su día, Sofía salió a explorar. Caminando por las calles, se topó con una niña amable."¡Hola!", preguntó Sofía. "¿Sabes dónde está la plaza central?""Claro", respondió la niña. "Está muy cerca. Te puedo guiar".Agradecida, Sofía siguió a la niña hasta la plaza. Al llegar, quedó maravillada por su belleza. Había áreas verdes, un ambiente fresco y un delicioso aroma a queso helado, una delicia local que se vendía en la esquina.Antes del mediodía, Sofía decidió aventurarse a Huancarqui para visitar el Balneario de Chancharay. Allí, se dio unos refrescantes baños en las piscinas y conoció a Alondra, una amable señorita que la atendió en el restaurante.Al saber que Sofía estaba de paseo, Alondra se ofreció a mostrarle los lugares más emblemáticos y contarle sobre la historia y las tradiciones del valle. Le habló de las huellas de dinosaurios, el puente colgante y el Rostro de Cristo, entre otros.Al día siguiente, Sofía y Alondra se reunieron para seguir explorando. Visitaron las huellas de dinosaurios, un testimonio del pasado prehistórico del valle. Cruzaron el puente colgante, que ofrecía unas vistas impresionantes del río Majes. Y contemplaron el Rostro de Cristo, una formación rocosa natural que se asemeja al rostro de Jesucristo.Sofía quedó encantada con su aventura en el Valle de Majes. Regresó a su ciudad con un corazón lleno de recuerdos y muchas historias que contar. Compartió sus fotos y vídeos con sus amigos de la universidad, animándolos a descubrir también este lugar mágico.