Esqueletín, el esqueleto más feliz del mundo, ¡había terminado primero de primaria! Sus huesos saltaban de alegría. Después de un año lleno de letras, números y nuevos amigos, ¡por fin llegaban las vacaciones! Y no cualquier vacación, ¡sino una aventura en la playa!
Su mamá, Doña Calavera, le había prometido un viaje a la Playa Escondida, un lugar secreto donde, según las leyendas de los esqueletos, la arena brillaba como diamantes y las olas cantaban canciones de cuna. Esqueletín no podía esperar más. Empacó su traje de baño a rayas (especialmente diseñado para esqueletos, con pequeños agujeros para que no se cayera), sus gafas de sol con forma de calavera y su protector solar factor hueso-5000.
El viaje fue largo y lleno de baches. Viajaron en un autobús esquelético, conducido por el Tío Tibias, que contaba chistes tan malos que hasta los huesos de Esqueletín se reían. Por fin, llegaron a la Playa Escondida. ¡Y era aún más maravillosa de lo que Esqueletín había imaginado!
La arena brillaba con un resplandor dorado, las olas susurraban melodías alegres y el sol brillaba con una calidez que hacía que los huesos de Esqueletín se sintieran… ¡cálidos! Nunca antes había sentido calor, siendo un esqueleto, pero le gustaba.
Doña Calavera extendió una toalla a rayas en la arena y le dijo a Esqueletín: "¡A jugar, mi pequeño huesitos! ¡Pero no te alejes mucho!".
Esqueletín corrió hacia el agua, agitando sus brazos huesudos. ¡Pero oh, no! ¡No sabía nadar! Se hundió como una piedra. Afortunadamente, Doña Calavera lo sacó del agua antes de que se llenara de arena por dentro.
"Tranquilo, mi amor", dijo Doña Calavera. "Te enseñaré a nadar. Primero, flotamos."
Doña Calavera le enseñó a Esqueletín a flotar boca arriba. Al principio, le costó un poco, pero pronto estaba flotando como una estrella de mar esquelética. Luego, le enseñó a mover los brazos y las piernas para avanzar en el agua. Después de un rato, Esqueletín estaba nadando como un campeón, o al menos, como un esqueleto campeón.
Después de nadar, Esqueletín decidió construir un castillo de arena. Utilizó conchas marinas como torres y algas como banderas. Su castillo era el más impresionante de toda la playa. Incluso los cangrejos se quedaron impresionados.
Mientras construía su castillo, Esqueletín encontró una botella en la arena. Dentro de la botella había un mensaje enrollado. Con cuidado, sacó el mensaje y lo leyó en voz alta: "¡Saludos desde el barco fantasma La Calavera Errante! Si encuentras este mensaje, ¡únete a nuestra tripulación para una aventura en alta mar!"
Esqueletín estaba muy emocionado. ¡Una aventura en un barco fantasma! ¡Eso era aún mejor que la Playa Escondida! Corrió a contarle a su mamá.
Doña Calavera, aunque un poco preocupada, no quería arruinar la diversión de Esqueletín. "Está bien, mi pequeño huesitos", dijo. "Pero solo por un rato y con la condición de que te portes bien y sigas las instrucciones del capitán".
Esqueletín saltó de alegría y corrió hacia el mar, donde un pequeño bote fantasma, hecho de huesos y velas hechas de niebla, lo estaba esperando. El capitán del barco era un esqueleto muy viejo con un parche en el ojo y una pata de palo.
"¡Bienvenido a bordo, jovencito!", dijo el Capitán Calavera. "¿Estás listo para una aventura?"
"¡Sí, capitán!", respondió Esqueletín con entusiasmo.
El barco fantasma zarpó hacia el horizonte, llevando a Esqueletín a una aventura que nunca olvidaría. Vieron ballenas fantasma, islas de coral brillantes y estrellas fugaces que dejaban rastros de polvo de hueso brillante. Esqueletín aprendió a atar nudos marineros, a leer las estrellas y a cantar canciones de marineros esqueletos.
Después de unas horas, el Capitán Calavera llevó a Esqueletín de vuelta a la Playa Escondida. Doña Calavera lo estaba esperando con una sonrisa.
"¿Te divertiste, mi pequeño huesitos?", preguntó.
"¡Muchísimo, mamá!", respondió Esqueletín. "¡Esta ha sido la mejor vacación de mi vida!"
Esqueletín y Doña Calavera pasaron el resto de sus vacaciones en la Playa Escondida, nadando, construyendo castillos de arena y contando historias de esqueletos alrededor de una fogata hecha de huesos brillantes. Cuando llegó el momento de volver a casa, Esqueletín estaba triste de irse, pero sabía que siempre recordaría su aventura en la Playa Escondida. Y quién sabe, ¡tal vez el próximo año volvería para otra aventura esquelética!