Gastón, el Ratón Sifónico

Based on: habia una vez un raton llamado gaston que le gustaba tomar del sifon

Había una vez, en una cocina muy, muy grande, un ratón llamado Gastón. Gastón no era como los demás ratones. Mientras que sus hermanos y hermanas se dedicaban a roer queso y mordisquear migas de pan, a Gastón le gustaba… ¡el sifón! Sí, ese aparato brillante y plateado que escupe agua con gas.

Cada noche, cuando la familia humana dormía profundamente, Gastón se aventuraba hasta la encimera. Era una expedición peligrosa, llena de obstáculos: montañas de frutas, precipicios de platos sucios y lagos de café derramado. Pero Gastón era valiente, o quizás simplemente muy sediento de agua con gas.

Con sus patitas diminutas, trepaba por la pata de la mesa hasta alcanzar el sifón. Era enorme para él, casi del tamaño de su cuerpo. Con mucho esfuerzo, lograba girar la manija. ¡Pssst! Un chorro de agua burbujeante salía disparado, y Gastón bebía con deleite. ¡Le encantaban esas burbujas que le cosquilleaban la nariz!

Una noche, mientras Gastón disfrutaba de su sifón nocturno, escuchó un ruido. ¡Era la gata de la casa, Mimí! Mimí era grande, peluda y tenía unos ojos amarillos que brillaban en la oscuridad. Gastón se quedó paralizado, con el agua con gas goteando de sus bigotes.

Mimí se acercó sigilosamente, moviendo la cola de un lado a otro. Gastón sabía que tenía que hacer algo rápido. Pensó, pensó, pensó… y de repente, ¡tuvo una idea!

Giró la manija del sifón con todas sus fuerzas. ¡Pssst! Un chorro gigante de agua con gas salió disparado, ¡directamente a la cara de Mimí! La gata se sobresaltó y retrocedió, sacudiendo la cabeza y tosiendo.

Gastón aprovechó la oportunidad para escapar. Corrió lo más rápido que pudo, saltando sobre platos y esquivando tazas, hasta llegar a su agujero en la pared. ¡Uf! ¡Eso estuvo cerca!

A la mañana siguiente, la familia humana se despertó y vio el sifón tirado en el suelo, vacío. "¡Qué desastre!", exclamó la madre. "Debió ser Mimí", dijo el padre, mirando a la gata con reprobación. Mimí, que aún tenía el pelo un poco húmedo, solo pudo maullar con indignación.

Gastón, escondido en su agujero, sonrió. Su plan había funcionado. Mimí había sido culpada por su pequeño desliz sifónico. Pero sabía que no podía seguir así. Era demasiado peligroso y además, estaba gastando toda el agua con gas de la familia.

Así que Gastón tomó una decisión. Decidió hablar con Mimí. Sabía que era arriesgado, pero no veía otra opción. Una noche, cuando la gata estaba acurrucada en el sofá, Gastón se acercó tímidamente.

"Mimí…", susurró Gastón. La gata abrió un ojo y lo miró con desconfianza. "Tengo algo que decirte", continuó Gastón. "Fui yo quien bebió del sifón. No tú".

Mimí se levantó y se estiró, mostrando sus afiladas garras. Gastón tembló, pero se mantuvo firme. "Sé que te da miedo que te culpen", dijo Gastón. "Pero yo prometo que no volveré a beber del sifón si tú me dejas vivir".

Mimí lo miró durante un largo rato, sin decir nada. Gastón pensó que estaba perdido. Pero de repente, la gata ronroneó. "Está bien, ratón", dijo Mimí. "Te dejaré vivir. Pero si vuelves a acercarte al sifón, ¡te arrepentirás!".

Gastón asintió con la cabeza, aliviado. A partir de esa noche, Gastón dejó de beber del sifón. Y Mimí, aunque seguía siendo una gata, aprendió a ser un poco más comprensiva. A veces, incluso compartía una miga de pan con Gastón. Y así, el ratón sifónico y la gata gruñona se convirtieron en… bueno, no exactamente amigos, pero al menos en compañeros de casa que se toleraban mutuamente.

Gastón aprendió que a veces es mejor ser honesto, incluso si da miedo. Y descubrió que hay otras formas de quitarse la sed, como beber agua del cuenco de Mimí cuando ella no está mirando (¡pero eso es otra historia!). Y Mimí aprendió que no todos los ratones son iguales, y que a veces, incluso los enemigos pueden llegar a un acuerdo.

Desde entonces, la cocina volvió a ser un lugar tranquilo, al menos en lo que respecta al sifón. Y Gastón, el ratón sifónico, se convirtió en una leyenda local, un recordatorio de que incluso los más pequeños pueden ser valientes y hacer lo correcto, aunque a veces eso signifique renunciar a su mayor placer: el agua con gas burbujeante.

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Publicado el 04/15/2025

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