"¡Gusberto, el Supergusano, al Rescate! (Contra Don Erizo Gruñón)"

Based on: Super gusano contra el erizo en la ciudad

En la bulliciosa ciudad de Colores Vivos, vivía Gusberto, un gusano muy especial. No era un gusano cualquiera; ¡era Supergusano! Tenía una fuerza increíble, un corazón aún más grande y un traje brillante hecho de hojas de lechuga cosidas por la abuela Gusminda. Supergusano pasaba sus días ayudando a los vecinos: rescataba gatitos de los árboles, movía carretillas llenas de flores para la floristería de la señora Rosa, e incluso ayudaba al señor Topo a encontrar sus gafas perdidas en el jardín.

Pero no todo era alegría en Colores Vivos. Vivía también Don Erizo Gruñón, un erizo viejo y cascarrabias que odiaba la felicidad y el bullicio. Don Erizo Gruñón pasaba sus días poniendo trampas, escondiendo juguetes y quejándose del canto de los pájaros. Su gruñido era tan fuerte que hacía temblar las ventanas de las casas. Un día, Don Erizo Gruñón decidió que la ciudad era demasiado feliz y que debía hacer algo al respecto. Planeó su malvado plan: ¡robaría todos los helados de la heladería del señor Pingüino!

Al día siguiente, mientras el sol brillaba y los niños hacían fila para comprar sus helados favoritos, Don Erizo Gruñón apareció con un carrito de supermercado gigante. Empujó a todos, gruñó a los niños y comenzó a llenar el carrito con helados de fresa, chocolate y vainilla. Los niños lloraban, el señor Pingüino estaba desesperado y la alegría de Colores Vivos se desvanecía.

Afortunadamente, Supergusano estaba cerca, regando las flores del parque. Al escuchar el alboroto, salió disparado, dejando un rastro de tierra brillante a su paso. "¡Alto ahí, Don Erizo Gruñón!", gritó Supergusano con voz firme. Don Erizo Gruñón se giró, riendo maliciosamente. "¿Qué vas a hacer, pequeño gusano? ¡No puedes detenerme!"

Supergusano sonrió. Sabía que no podía vencer a Don Erizo Gruñón con la fuerza bruta. Tenía que usar su ingenio. Rápidamente, Supergusano se enterró en el suelo, apareciendo justo debajo del carrito de supermercado lleno de helados. Con un empujón poderoso, levantó el carrito en el aire. Los helados salieron volando, aterrizando suavemente sobre una gran lona que Supergusano había colocado estratégicamente antes.

Don Erizo Gruñón estaba furioso. Intentó correr hacia Supergusano, pero el gusano era demasiado rápido. Se deslizaba entre sus pies, enrollándose alrededor de sus piernas, haciéndolo tropezar. Finalmente, Don Erizo Gruñón cayó al suelo, cubierto de helado de fresa. Los niños dejaron de llorar y comenzaron a reír. El señor Pingüino aplaudía con entusiasmo.

Supergusano ayudó a Don Erizo Gruñón a levantarse. "¿Por qué haces esto, Don Erizo Gruñón?", preguntó Supergusano con suavidad. "¿Por qué quieres hacer infelices a los demás?" Don Erizo Gruñón miró al suelo, avergonzado. "Porque... porque estoy solo", murmuró. "Nadie quiere jugar conmigo porque soy gruñón."

Supergusano sonrió. "Eso no es cierto, Don Erizo Gruñón. Si dejas de ser gruñón, todos querrán ser tus amigos." Supergusano invitó a Don Erizo Gruñón a compartir un helado con los niños. Al principio, Don Erizo Gruñón se mostró reacio, pero luego aceptó. Para su sorpresa, ¡le encantó! Los niños le ofrecieron servilletas para limpiarse y le contaron chistes. Por primera vez en mucho tiempo, Don Erizo Gruñón se sintió feliz.

Desde ese día, Don Erizo Gruñón dejó de ser gruñón. Se unió a los juegos de los niños, ayudó al señor Topo a cuidar su jardín y hasta aprendió a cantar con los pájaros. Supergusano, por supuesto, siguió siendo el héroe de Colores Vivos, siempre dispuesto a ayudar a quien lo necesitara. Y Don Erizo Gruñón, ahora conocido como Don Erizo Amigable, se convirtió en su mejor amigo. Juntos, aprendieron que la amistad y la bondad son los mejores superpoderes de todos. La ciudad de Colores Vivos nunca había sido tan feliz, ¡gracias a Supergusano y a su nuevo amigo, Don Erizo Amigable!

Supergusano continuó sus aventuras, siempre vigilante y listo para defender a los necesitados. Una tarde, mientras patrullaba el parque, vio al señor Conejo atrapado en una lata de refresco. ¡Rápidamente, Supergusano usó su fuerza para abrir la lata y liberar al señor Conejo! El señor Conejo, muy agradecido, le dio a Supergusano una zanahoria gigante como recompensa.

Otra vez, mientras la señora Ardilla intentaba cruzar la calle con una nuez enorme, un coche pasó a toda velocidad. Supergusano, sin dudarlo, se interpuso en el camino, deteniendo el coche con su cuerpo fuerte. La señora Ardilla cruzó la calle sana y salva, y le regaló a Supergusano su nuez más preciada.

Así, Supergusano continuó su vida, demostrando que incluso el gusano más pequeño puede ser un gran héroe. Y Don Erizo Amigable, a su lado, aprendió que la verdadera felicidad se encuentra en ayudar a los demás y compartir la alegría con los amigos. La ciudad de Colores Vivos prosperó, llena de amor, amistad y, por supuesto, ¡muchos, muchos helados!

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Publicado el 04/08/2025

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