Juan era un niño curioso con un secreto peculiar. A diferencia de sus amigos que amaban el fútbol o los videojuegos, a Juan le encantaba el inglés. No era que no disfrutara jugando, pero su corazón latía más rápido cuando escuchaba palabras como "hello", "sunshine" o "butterfly".
Su habitación, más que un lugar para dormir, era un pequeño rincón de Inglaterra. Tenía posters de Londres, un mapa del mundo donde destacaba el Reino Unido y, lo más preciado, un diccionario inglés-español que parecía un libro de magia.
Un día, la escuela anunció un concurso de talentos. Los niños podían mostrar sus habilidades: cantar, bailar, tocar un instrumento… A Juan se le ocurrió una idea brillante, pero sentía un poco de miedo. ¿Qué tal si a nadie le interesaba su amor por el inglés?
Se lo contó a su mejor amiga, Sofía. Sofía era una niña valiente y siempre animaba a Juan. "¡Tienes que hacerlo, Juan! A todos les encantará ver lo mucho que sabes", le dijo con una sonrisa.
Así que Juan se inscribió en el concurso. Decidió crear una pequeña obra de teatro en inglés. Sería sobre un grupo de animales que vivían en un bosque mágico y aprendían a trabajar juntos. Los personajes serían: un zorro llamado Finley (Finley the Fox), un búho llamado Oliver (Oliver the Owl), una ardilla llamada Hazel (Hazel the Squirrel) y un conejo llamado Benny (Benny the Rabbit).
Pasó semanas escribiendo el guion, practicando la pronunciación y buscando disfraces. Su madre le ayudó con la costura, creando unas orejas de zorro muy graciosas y un antifaz de búho muy elegante. Su padre le ayudó a construir un pequeño escenario con cartón y pintura.
Llegó el día del concurso. Juan estaba muy nervioso. Detrás del escenario, escuchaba los aplausos para los otros participantes. Un grupo de niñas bailó flamenco, un niño tocó la guitarra de manera espectacular y una niña cantó una canción muy emotiva.
Cuando llegó su turno, sintió que el corazón le latía a mil por hora. Respiró hondo, recordó las palabras de ánimo de Sofía y salió al escenario. El público lo miraba con curiosidad.
"Hello everyone!" dijo con una voz clara y fuerte. Luego, presentó su obra de teatro, "The Forest Friends". Los niños que interpretaban a los animales estaban un poco nerviosos al principio, pero Juan los animó y pronto se metieron en sus personajes.
Finley the Fox era muy astuto, Oliver the Owl era muy sabio, Hazel the Squirrel era muy rápida y Benny the Rabbit era muy simpático. En la obra, los animales tenían un problema: no podían encontrar la fruta mágica que hacía crecer los árboles del bosque. Trabajando juntos, usando sus diferentes habilidades, lograron encontrar la fruta y salvar el bosque.
El público estaba fascinado. A pesar de que la obra era en inglés, todos entendían la historia gracias a los gestos de los actores y a la energía que transmitían. Al final de la obra, el público aplaudió con entusiasmo.
Juan y sus amigos se sintieron muy felices. Habían superado sus miedos y habían compartido su amor por el inglés con los demás. Pero la sorpresa más grande aún estaba por llegar.
Cuando anunciaron los ganadores, el primer premio fue para… ¡Juan y "The Forest Friends"! Juan no podía creerlo. Subió al escenario con sus amigos y recibió el trofeo.
Después del concurso, muchos niños se acercaron a Juan para felicitarlo y para preguntarle sobre el inglés. Querían saber cómo había aprendido a hablar tan bien y si podía enseñarles algunas palabras.
Juan se dio cuenta de que su amor por el inglés no era algo raro o vergonzoso, sino algo que podía compartir con los demás. Decidió crear un club de inglés en la escuela. Todos los viernes después de clases, se reunían para jugar, cantar canciones y aprender nuevas palabras.
El club de inglés fue un éxito. Los niños se divertían mucho aprendiendo y Juan se sentía feliz de poder compartir su pasión. Había descubierto que el inglés no era solo un idioma, sino una forma de conectar con el mundo y de hacer nuevos amigos.
Desde ese día, Juan fue conocido como "Juan, el Genio del Inglés". Y aunque seguía disfrutando jugando al fútbol y a los videojuegos, nunca olvidó lo importante que era seguir sus sueños y compartir sus pasiones con los demás. Aprendió que la diferencia no es algo malo, si no algo que nos hace especiales.
Y colorín colorado, este cuento se ha acabado. Pero la aventura de Juan con el inglés, ¡apenas ha comenzado!