En el corazón de un frondoso bosque, vivía una ardilla llamada Chispa, quien era madre de tres adorables ardillitas.
Cada mañana, Chispa salía en busca de alimento para sus pequeños.
Un día, mientras buscaba nueces y bayas, Chispa se encontró con un armadillo llamado Arma, quien era conocido por su fuerza y su habilidad para excavar.
Arma estaba cavando un hoyo en busca de insectos cuando Chispa se le acercó.
"Hola, Arma", dijo Chispa.
"¿Has visto alguna nuez o baya por aquí?
Mis pequeños tienen hambre".
Arma levantó la vista de su hoyo y vio a Chispa con sus ojos suplicantes.
"Claro, Chispa", dijo Arma.
"Puedo ayudarte.
Tengo un olfato muy agudo para encontrar comida".
Juntos, Chispa y Arma buscaron por todo el bosque.
Arma usó su poderoso hocico para excavar bajo tierra, mientras que Chispa trepaba a los árboles en busca de frutos secos.
Después de horas de búsqueda, finalmente encontraron un gran árbol lleno de nueces.
Chispa estaba tan agradecida que abrazó a Arma.
"¡Gracias, Arma!
¡Has salvado a mis pequeños!".
Arma sonrió.
"De nada, Chispa.
Me alegro de haber podido ayudar".
Chispa y Arma regresaron al nido de Chispa, donde sus pequeños los esperaban con impaciencia.
Chispa les dio de comer las nueces y ellos se las comieron con gran alegría.
Desde ese día, Chispa y Arma se hicieron grandes amigos.
A menudo salían juntos en busca de comida, y siempre se ayudaban mutuamente.
Y así, en el corazón del bosque, la ardilla y el armadillo vivieron felices para siempre.