En el soleado salón de preescolar "Las Estrellitas Brillantes", la Profe Sandra y la Psicóloga Rosa tenían una misión muy especial. Querían que todos los niños, como la traviesa Sofía, el curioso Mateo, la tímida Valentina y el enérgico Juan, aprendieran a ser ¡verdaderas estrellitas portadoras! Pero, ¿qué significaba eso?
"¡Buenos días, mis estrellitas!" saludó la Profe Sandra con una sonrisa que iluminaba todo el salón. Los niños respondieron con un coro de "¡Buenos días, Profe Sandra!".
La Psicóloga Rosa, con su voz suave y melodiosa, explicó: "Hoy vamos a aprender a brillar aún más. Ser una estrellita portadora significa saber escuchar, levantar la mano para hablar, y mantener la calma cuando algo no nos gusta. ¡Adiós a las rabietas!".
Sofía, con sus coletas saltarinas, frunció el ceño. "¿Levantar la mano? ¡Pero yo quiero hablar ahora!"
Mateo, siempre lleno de preguntas, interrumpió: "¿Y si estoy muy, muy enojado?"
Valentina, escondida detrás de su osito de peluche, susurró: "Me da un poco de miedo hablar en voz alta".
Juan, corriendo de un lado a otro, gritó: "¡Yo no puedo quedarme quieto!".
La Profe Sandra sonrió con paciencia. "Entiendo, mis estrellitas. Es un desafío, pero juntos podemos lograrlo. ¡Vamos a jugar a un juego!".
Rosa sacó una caja llena de pequeñas estrellas de cartulina de colores. "Cada vez que alguien demuestre ser una estrellita portadora, recibirá una estrella. Al final de la semana, ¡quien tenga más estrellas recibirá un premio sorpresa!"
El primer juego fue "El Semáforo". La Profe Sandra levantaba una tarjeta verde (¡escuchar con atención!), una tarjeta amarilla (¡pensar antes de hablar!) y una tarjeta roja (¡silencio total!). Los niños debían seguir las indicaciones. Al principio, fue un caos. Juan no podía parar de moverse, Sofía interrumpía constantemente y Mateo hacía preguntas sin parar. Valentina, aunque lo intentaba, seguía escondida tras su osito.
Pero la Profe Sandra y la Psicóloga Rosa no se rindieron. Con paciencia y cariño, les recordaban las reglas. "Sofía, levanta la mano, por favor". "Mateo, espera tu turno para preguntar". "Valentina, sabemos que tienes una voz hermosa, ¡anímate a hablar!". "Juan, respira hondo y trata de quedarte quieto por un momento".
Poco a poco, los niños empezaron a entender. Sofía levantó la mano para pedir permiso para hablar y recibió su primera estrella. Mateo esperó su turno para preguntar sobre los dinosaurios y también recibió una estrella. Valentina, con un poco de ayuda de la Profe Sandra, dijo "¡Buenos días!" en voz alta y recibió una estrella brillante. Incluso Juan, después de correr un poco en el patio durante el recreo, logró sentarse quieto durante unos minutos y escuchar una historia, ganándose otra estrella.
Durante la semana, los juegos continuaron. Jugaron a "El Espejo" (imitar las emociones de los demás para entender cómo se sienten), a "La Caja de la Calma" (un lugar especial para ir cuando se sienten enojados o frustrados) y a "El Círculo de la Amistad" (compartir turnos para hablar y escuchar).
Hubo momentos difíciles. Sofía todavía tenía impulsos de interrumpir, Mateo a veces se frustraba cuando no entendía algo, Valentina se escondía de vez en cuando y Juan seguía teniendo mucha energía. Pero cada vez que tropezaban, la Profe Sandra y la Psicóloga Rosa estaban allí para ayudarles a levantarse y a seguir intentándolo.
Al final de la semana, llegó el momento de contar las estrellas. ¡Todos los niños habían recibido al menos una! Sofía tenía cinco, Mateo cuatro, Valentina tres y Juan seis. ¡Juan era el ganador!
"¡Felicidades, Juan!" exclamó la Profe Sandra. "Has demostrado ser una verdadera estrellita portadora al esforzarte por controlar tu energía y escuchar a los demás".
El premio sorpresa era una caja llena de pegatinas brillantes. Juan, generosamente, decidió compartir las pegatinas con todos sus amigos. Todos se dieron cuenta de que el verdadero premio no era la pegatina, sino la satisfacción de haber aprendido a ser mejores amigos y mejores compañeros.
Valentina, con una sonrisa radiante, dijo: "Ya no tengo miedo de hablar en voz alta".
Mateo añadió: "Ahora sé cómo calmarme cuando estoy enojado".
Sofía reconoció: "Es más divertido escuchar a los demás que interrumpir todo el tiempo".
Juan, con una sonrisa, dijo: "¡Ser una estrellita portadora es genial!".
La Profe Sandra y la Psicóloga Rosa sonrieron. Sabían que el camino para aprender a ser una estrellita portadora era largo, pero estaban orgullosas de sus pequeños alumnos. Y así, en el salón de preescolar "Las Estrellitas Brillantes", cada día era una nueva oportunidad para aprender, crecer y brillar juntos.