Había una vez, en un reino lleno de colores y alegría, dos personajes muy especiales: Don Carnal y Doña Cuaresma.
Don Carnal era un señor divertido y alocado. Le encantaba la fiesta, la música y la comida deliciosa. Siempre organizaba grandes banquetes con carne, dulces y pasteles. Bailaba y reía sin parar, porque para él, la vida era para disfrutarla al máximo. Llevaba un sombrero de colores brillantes, un chaleco lleno de lentejuelas y unos zapatos que parecían bailar solos. Su barriga, redonda y alegre, temblaba al ritmo de la música.
Por otro lado, estaba Doña Cuaresma, una señora seria y tranquila. Vestía de morado y llevaba un gran bacalao en la mano. Ella pensaba que, después de tanta fiesta, era importante descansar, reflexionar y comer más sano, con verduras, pan y pescado. Creía que así las personas podían sentirse mejor y prepararse para la llegada de la Pascua. Su vestido morado era largo y sencillo, y su rostro, aunque serio, transmitía mucha paz y sabiduría. El bacalao que siempre llevaba parecía saludar a todos con su gran boca abierta.
Un día, Don Carnal y Doña Cuaresma tuvieron una gran discusión. El reino entero tembló al escuchar sus voces.
— ¡Debemos seguir celebrando! —dijo Don Carnal, dando un gran salto—. ¡La gente necesita alegría, baile y comida deliciosa! ¡Más pastel, más música, más fiesta!
— No, Don Carnal —respondió Doña Cuaresma, con su voz suave pero firme—. Es momento de descansar, de ser más tranquilos y de pensar en los demás. Ya hemos comido demasiados dulces. Necesitamos verduras y un poco de silencio.
Para resolver el problema, decidieron hacer una competencia. ¡El que ganara decidiría qué haría el reino! Se enfrentaron en una gran batalla de comida. El campo de batalla era la plaza del pueblo, adornada con banderines y flores. La gente se reunió para ver el espectáculo.
Don Carnal comenzó lanzando chorizos que volaban como cohetes y jamón que parecía alfombras rojas. La gente reía y trataba de atrapar los manjares. ¡Era una lluvia de sabor!
Doña Cuaresma respondió con pan integral que volaba como palomas mensajeras y pescado fresco que brillaba bajo el sol. El pan aterrizaba suavemente en las manos de los niños, y el pescado parecía saltar de alegría.
La gente observaba asombrada. Algunos apoyaban a Don Carnal, gritando: «¡Más fiesta, más fiesta!». Otros animaban a Doña Cuaresma, diciendo: «¡Más salud, más tranquilidad!».
La batalla se intensificó. Don Carnal lanzó un pastel gigante que explotó en una lluvia de crema y confeti. Doña Cuaresma respondió con una cesta llena de verduras frescas que rodó por la plaza, llenando el aire con su aroma.
Pero, de repente, Don Carnal se tropezó con una sandía gigante y cayó al suelo, rodeado de confeti y crema. Estaba cubierto de pastel de pies a cabeza. La gente contuvo la respiración.
Doña Cuaresma se acercó a Don Carnal y le ofreció una mano para ayudarlo a levantarse. Él la aceptó, avergonzado.
— Creo que… creo que he comido demasiado —dijo Don Carnal, con la voz temblorosa.
— Tal vez un poco de descanso te vendría bien —respondió Doña Cuaresma, con una sonrisa amable.
Al final, Doña Cuaresma ganó, y Don Carnal tuvo que retirarse por un tiempo. Se fue en un carro tirado por cerditos, prometiendo volver el año siguiente. Así, comenzó un periodo de cuarenta días en los que el reino comió más ligero y se dedicó a la calma y la reflexión. La gente aprendió a disfrutar del silencio, a leer libros, a pasear por el campo y a ayudar a los demás.
Pero no te preocupes, porque cada año, Don Carnal regresa con su alegría en Carnaval. El reino se llena de nuevo de música, baile y comida deliciosa. La gente se disfraza, baila en las calles y olvida sus preocupaciones. Es un tiempo para reír y disfrutar de la vida.
Y después, Doña Cuaresma vuelve para traer equilibrio. Recuerda a todos la importancia de la moderación, la reflexión y la solidaridad. El reino se calma de nuevo, y la gente se prepara para la Pascua.
Y así, juntos, Don Carnal y Doña Cuaresma mantienen la tradición del reino, enseñándonos que en la vida hay momentos para disfrutar y momentos para descansar. Nos enseñan que el equilibrio es importante y que tanto la alegría como la reflexión son necesarias para ser felices. ¡Y colorín colorado, este cuento se ha acabado!