En un hermoso y verde prado, donde las flores silvestres bailaban con la brisa, vivía una pequeña hormiga llamada Florencia.
A diferencia de sus compañeras, que trabajaban incansablemente todo el verano, a Florencia no le gustaba trabajar.
Prefería tumbarse bajo la sombra de una hoja y soñar despierta.
Un día soleado, mientras las demás hormigas se afanaban llevando hojas y semillas al hormiguero, Florencia descansaba tranquilamente.
La hormiga reina, una hormiga sabia y trabajadora, se acercó a ella y le dijo: "Florencia, ¿por qué no estás ayudando a tus compañeras?
El invierno se acerca y necesitamos prepararnos".
Florencia bostezó y respondió: "¿Por qué trabajar, Reina?
El verano es para disfrutar, no para trabajar".
La hormiga reina suspiró y dijo: "El trabajo duro es lo que nos mantiene fuertes y unidos.
Si no trabajas ahora, lo lamentarás cuando llegue el frío".
Pero Florencia no hizo caso.
Siguió holgazaneando y disfrutando del sol.
Cuando llegó el otoño, las hojas comenzaron a cambiar de color y el viento se volvió más frío.
Las hormigas trabajadoras habían reunido suficientes provisiones para todo el invierno, pero Florencia no tenía nada.
Temblando de frío y hambre, Florencia fue al hormiguero y pidió ayuda a sus compañeras.
Pero las hormigas, que habían trabajado duro todo el verano, le dijeron: "Lo sentimos, Florencia, pero no podemos ayudarte.
No trabajaste cuando debías, así que ahora debes arreglártelas sola".
Florencia se dio cuenta de su error.
Había sido perezosa y ahora estaba pagando las consecuencias.
Aprendió una valiosa lección ese día: el trabajo duro es esencial para una vida feliz y segura.