En un pueblo lejano, donde las sombras bailaban al caer la noche, vivía una mujer llamada María.
María era hermosa y amable, pero su corazón estaba lleno de tristeza.
Había perdido a sus hijos en un trágico accidente y desde entonces lloraba desconsoladamente todas las noches.
Su llanto era tan desgarrador que la gente comenzó a llamarla "La Llorona", la mujer que llora.
Se decía que su espíritu vagaba por las calles, buscando a sus hijos perdidos.
Una noche, un joven llamado Juan caminaba a casa cuando escuchó los sollozos de La Llorona.
Su corazón se llenó de compasión y se acercó a ella.
"¿Por qué lloras, señora?", preguntó.
La Llorona levantó la vista y sus ojos estaban llenos de dolor.
"He perdido a mis hijos", dijo.
"Los busco todas las noches, pero nunca los encuentro".
Juan sintió lástima por La Llorona y le prometió que la ayudaría a encontrar a sus hijos.
Juntos, buscaron por todas partes, pero no encontraron ni rastro de ellos.
Finalmente, Juan llevó a La Llorona a un río cercano.
"Aquí es donde se ahogaron tus hijos", dijo.
"Sus espíritus están atrapados en este río".
La Llorona se acercó al río y comenzó a llorar aún más fuerte.
Sus lágrimas cayeron en el agua y formaron un remolino.
De repente, los espíritus de sus hijos aparecieron en el remolino.
"Mamá, estamos aquí", dijeron.
"Hemos estado esperándote".
La Llorona abrazó a sus hijos con fuerza.
Finalmente, había encontrado lo que había estado buscando durante tanto tiempo.
Su llanto cesó y su espíritu encontró la paz.
Desde ese día, La Llorona ya no vagó por las calles llorando.
Su espíritu descansó en paz junto a sus hijos en el río.