En un pueblito humilde, vivía un niño llamado Mateo con su madre.
Eran muy pobres y apenas tenían lo suficiente para comer.
Un día, la madre de Mateo enfermó gravemente y él salió corriendo al pueblo a pedir ayuda.
Pero nadie le hizo caso.
Todos estaban demasiado ocupados con sus propios problemas.
Triste y desesperado, Mateo regresó a casa.
En el camino, vio una pequeña luciérnaga volando cerca de él.
La luciérnaga se posó en su hombro y le dijo: "Niño, veo que eres un buen hijo.
Has cuidado de tu madre con amor y bondad.
Por eso, te concederé un deseo".
Mateo se sorprendió y emocionado.
Pensó en todas las cosas que podría pedir: juguetes, dulces, dinero.
Pero luego recordó a su madre enferma.
"Luciérnaga mágica", dijo, "deseo que mi madre tenga salud y un trabajo para que nunca más pasemos hambre".
La luciérnaga sonrió y dijo: "Tu deseo está concedido".
Y con un destello de luz, desapareció.
Mateo corrió a casa y encontró a su madre mucho mejor.
Le contó lo que había pasado y ella lo abrazó con fuerza.
Al día siguiente, la madre de Mateo encontró un trabajo en el pueblo y desde ese día nunca más les faltó nada.
Y así, Mateo aprendió que incluso en los momentos más difíciles, la bondad y el amor siempre encuentran su recompensa.