En un lejano reino, donde las colinas onduladas se encontraban con un bosque esmeralda, vivía una hermosa princesa llamada Rosalía.
Con su cabello dorado como el sol y ojos azules como el cielo, Rosalía era la delicia de su padre, el rey.
Un día soleado, mientras Rosalía paseaba por el bosque, se topó con un claro encantado.
Flores de todos los colores adornaban el suelo, y el aire estaba lleno de la dulce melodía de los pájaros.
En el centro del claro, Rosalía vio un diamante resplandeciente, tan grande como su puño.
La princesa quedó hipnotizada por la belleza del diamante.
Lo recogió y lo sostuvo en alto, maravillándose con su brillo.
Pero cuando intentó salir del claro, un muro invisible la detuvo.
Rosalía quedó atrapada, sola en el bosque encantado.
Mientras Rosalía vagaba por el bosque, se encontró con una amable ardilla que le dijo que el diamante era un tesoro mágico que había sido robado al hada del bosque.
El hada había lanzado un hechizo sobre el claro, atrapando a cualquiera que tocara el diamante.
Rosalía se dio cuenta de que debía devolver el diamante al hada para romper el hechizo.
Con la ayuda de la ardilla, Rosalía encontró el camino hacia el hogar del hada, una cabaña escondida en las profundidades del bosque.
Cuando Rosalía le devolvió el diamante al hada, la magia del bosque se disipó.
El muro invisible desapareció y Rosalía pudo regresar a casa sana y salva.
El rey se alegró mucho de ver a su hija de nuevo y agradeció al hada por su ayuda.
Desde ese día, Rosalía supo que incluso los objetos más hermosos pueden tener un precio.
Y que la verdadera felicidad proviene de hacer lo correcto, incluso cuando es difícil.