En un pequeño y acogedor pueblo, vivía un niño llamado Pepe.
Pepe era un niño alegre y juguetón, pero tenía un pequeño secreto: no le gustaba mucho bañarse.
Prefería jugar en el barro, saltar en los charcos y revolcarse en la hierba.
Su mamá y su papá siempre le decían que debía lavarse las manos antes de comer, cepillarse los dientes después de cada comida y ducharse todos los días.
Pero a Pepe no le hacía mucha gracia.
Un día, mientras Pepe jugaba en el parque, se encontró con un jabón muy especial.
Era un jabón mágico que hablaba y tenía el poder de hacer que bañarse fuera divertido.
El jabón se presentó como Jabonín y le dijo a Pepe que podía ayudarle a disfrutar de la hora del baño.
Pepe estaba intrigado y aceptó la ayuda de Jabonín.
Jabonín le explicó a Pepe que bañarse no solo era importante para estar limpio, sino también para estar sano y prevenir enfermedades.
Le contó que el agua y el jabón ayudan a eliminar los gérmenes y bacterias que pueden hacernos enfermar.
Jabonín también le enseñó a Pepe que cepillarse los dientes era esencial para tener una sonrisa bonita y saludable.
Le explicó que los dientes tienen pequeños huecos donde se pueden esconder los restos de comida y las bacterias, y que si no se cepillan, pueden causar caries y dolor.
Pepe empezó a escuchar atentamente a Jabonín y poco a poco fue entendiendo la importancia de la higiene personal.
Jabonín hizo que la hora del baño fuera divertida para Pepe.
Le enseñó a crear pompas de jabón, a jugar con patitos de goma y a cantar canciones mientras se duchaba.
Gracias a Jabonín, Pepe se convirtió en un niño limpio y saludable.
Aprendió que bañarse, cepillarse los dientes y lavarse las manos no solo eran importantes para su salud, sino también para su bienestar.
Y lo más importante, descubrió que la hora del baño podía ser muy divertida.