En un pequeño pueblo, vivía una niña de 2 años llamada Lea.
Era una niña alegre y curiosa, con grandes ojos azules y cabello rubio como el sol.
Lea tenía un amigo muy especial: un perro llamado Chicho.
Chicho era un golden retriever juguetón y cariñoso, con un pelaje dorado y una cola que siempre se movía con entusiasmo.
Lea y Chicho pasaban todos los días juntos.
Jugaban en el parque, perseguían mariposas en el jardín y se acurrucaban juntos en el sofá para leer cuentos.
Lea adoraba abrazar a Chicho, y él le lamía la cara con cariño.
Un día, Lea y Chicho decidieron explorar el bosque cercano.
Se adentraron en los árboles altos y siguieron un sendero sinuoso.
De repente, escucharon un ruido extraño.
Chicho ladró y se puso delante de Lea, protegiéndola.
Lea se asustó y se escondió detrás de Chicho.
Entonces, vieron a un gran oso pardo frente a ellos.
El oso era enorme y aterrador, pero Chicho no dudó en defender a su pequeña amiga.
Chicho ladró con todas sus fuerzas y se abalanzó sobre el oso.
El oso retrocedió sorprendido y luego se dio la vuelta y huyó.
Lea estaba a salvo gracias a la valentía de Chicho.
Lea abrazó a Chicho con fuerza y le agradeció por salvarla.
A partir de ese día, su amistad se hizo aún más fuerte.
Juntos, Lea y Chicho enfrentaron cualquier aventura que se les presentara, sabiendo que siempre podrían contar el uno con el otro.