En una clase de informática, un grupo de adolescentes se mostraba inquieto.
La profesora, la señorita García, intentaba en vano mantener el orden.
- ¡Silencio, por favor!
-decía una y otra vez, pero sus palabras parecían caer en saco roto.
Los alumnos hablaban, se reían y se pasaban notas.
Algunos incluso jugaban con sus teléfonos móviles.
La señorita García estaba desesperada.
- ¡Esto es intolerable!
-exclamó-.
¡Si no os calláis, os castigaré a todos!Pero sus amenazas no surtieron efecto.
Los alumnos siguieron haciendo de las suyas.
- ¡Ya está bien!
-gritó la señorita García-.
¡Os vais todos al pasillo!Los alumnos salieron de la clase refunfuñando.
La señorita García cerró la puerta con llave y se quedó sola en la sala.
- ¡Ay, qué día!
-suspiró-.
¿Qué puedo hacer con estos chicos?De repente, oyó un ruido.
Se acercó a la ventana y miró hacia fuera.
Los alumnos estaban en el pasillo, pero no estaban solos.
Había un grupo de hombres armados que los rodeaban.
- ¡Oh, no!
-exclamó la señorita García-.
¡Son terroristas!La señorita García corrió hacia la puerta, pero estaba cerrada con llave.
Estaba atrapada.
Los terroristas entraron en la clase y apuntaron con sus armas a los alumnos.
- ¡Manos arriba!
-gritaron.
Los alumnos obedecieron.
Los terroristas los registraron y les quitaron todo lo que llevaban.
- Ahora, formad una fila y seguidnos -ordenaron.
Los alumnos salieron de la clase y se dirigieron al pasillo.
La señorita García los vio marchar con el corazón encogido.
- ¡Mis alumnos!
-gritó-.
¡No les hagáis daño!Pero sus palabras se perdieron en el vacío.
Los terroristas se llevaron a los alumnos y la señorita García se quedó sola en la clase vacía.
La señorita García nunca volvió a ver a sus alumnos.
Pero nunca los olvidó.
Cada vez que veía a un grupo de adolescentes, recordaba aquel terrible día.