Había una vez, en un valle soleado donde los días eran largos y las noches llenas de estrellas titilantes, un árbol muy peculiar. No era un árbol ordinario con manzanas o peras. En lugar de eso, ¡este árbol daba pollos! Sí, pollos pequeños y amarillos que piaban suavemente colgados de sus ramas. Lo llamaban el Árbol de Pollo, y todos los niños del pueblo lo adoraban.
Cerca del Árbol de Pollo, se alzaba una casa pintoresca. No era una casa cualquiera; era la Casa de Perro. Un perro labrador dorado llamado Max vivía allí. Max era un perro muy amigable, con un corazón grande y una cola que no paraba de menearse. Pasaba sus días jugando en el jardín y cuidando del Árbol de Pollo, asegurándose de que los pollitos estuvieran seguros y felices.
Un día soleado, una niña llamada Sofía visitó el Árbol de Pollo. Sofía era una niña curiosa y aventurera, con ojos brillantes y una sonrisa contagiosa. Estaba fascinada por el Árbol de Pollo y los pollitos amarillos que colgaban de sus ramas. Max, al ver a Sofía, corrió hacia ella meneando la cola y ladrando alegremente.
"Hola, Max," dijo Sofía, acariciando su suave pelaje. "Éste es el Árbol de Pollo más increíble que he visto en mi vida."
Max ladró en señal de acuerdo y luego la guió hacia el centro del jardín. Allí, debajo de un rosal, yacía una pelota. Pero no era una pelota ordinaria. Esta pelota brillaba con un suave resplandor y emitía un zumbido bajo y mágico.
"Oh, wow," exclamó Sofía. "¿Qué es eso?"
Max empujó la pelota con su nariz, invitando a Sofía a jugar. Sofía recogió la pelota y la lanzó al aire. La pelota, en lugar de caer al suelo, comenzó a flotar y a brillar con más intensidad. De repente, la pelota habló.
"Hola, Sofía," dijo la pelota con una voz suave y melodiosa. "Soy la Pelota Mágica. Puedo concederte un deseo."
Sofía se quedó boquiabierta, sin poder creer lo que oía. "¿Un deseo? ¿De verdad?"
"Sí," respondió la Pelota Mágica. "Pero debes usarlo sabiamente."
Sofía pensó por un momento. Miró al Árbol de Pollo, a Max y a la Casa de Perro. Amaba ese lugar mágico y quería que todos pudieran disfrutarlo.
"Deseo que todos los niños del mundo puedan visitar el Árbol de Pollo y jugar con Max en este jardín mágico," dijo Sofía.
La Pelota Mágica brilló intensamente y luego se desvaneció en el aire. En ese instante, el jardín comenzó a expandirse, creando un camino que conducía a todos los rincones del mundo. Niños de todas partes comenzaron a llegar, maravillados por el Árbol de Pollo, la Casa de Perro y el perro dorado que los recibía con un ladrido amistoso.
El Árbol de Pollo siempre tuvo pollitos para dar y el perro siempre tuvo tiempo para jugar. Sofía jugaba a la pelota con los niños, riendo y correteando sin fin. Todos aprendieron a amar y apreciar la magia que los rodeaba. Aprendieron la importancia de la amistad, la generosidad y la alegría.
El Árbol de Pollo, la Casa de Perro, Max y la Pelota Mágica se convirtieron en símbolos de esperanza y felicidad para todos los niños del mundo. Y Sofía, la niña que hizo un deseo generoso, siempre sería recordada como la heroína que compartió la magia con todos.