En un pequeño pueblo junto al Río de la Leche, vivía un adolescente llamado Víctor.
Víctor era un chico preocupado por la naturaleza, y le entristecía ver cómo el río que tanto amaba estaba siendo contaminado por los residuos sólidos.
Cada día, veía cómo la gente tiraba basura al río, y el agua se volvía cada vez más sucia.
Víctor sabía que tenía que hacer algo para ayudar, pero no sabía qué.
Un día, mientras caminaba por la orilla del río, se encontró con un grupo de niños jugando.
Los niños estaban construyendo un castillo de arena, pero en lugar de usar arena, estaban usando basura.
Víctor se acercó a los niños y les preguntó por qué estaban usando basura.
Los niños le dijeron que no tenían otra cosa con qué jugar.
Víctor se dio cuenta de que ahí estaba su oportunidad de ayudar.
Víctor les propuso a los niños que juntos limpiaran el río y usaran la basura para hacer cosas nuevas.
Los niños estuvieron de acuerdo, y así comenzaron a trabajar.
Día tras día, Víctor y los niños recogían basura del río y la llevaban a un lugar donde pudieran reciclarla o reutilizarla.
Poco a poco, el Río de la Leche comenzó a limpiarse.
El agua se volvió más clara y los peces regresaron.
Víctor y los niños estaban muy orgullosos de lo que habían logrado.
Habían demostrado que incluso los niños pequeños pueden hacer una gran diferencia en el mundo.