Había una vez, en la hermosa ciudad de Caracas, una niña llamada Ysabel Lagrange Escobar. Nació en un día frío de diciembre, ¡casi en Navidad!, y desde muy pequeña, su corazón era como un jardín lleno de flores listas para florecer. Su papá, Juan Bautista, venía de Francia, y su mamá, Rita, era una caraqueña muy cariñosa. Juntos, le enseñaron a Ysabel la importancia de ayudar a los demás.
Ysabel creció viendo a mucha gente que necesitaba ayuda. Algunos no tenían comida, otros no tenían casa, y muchos se sentían solos. A Ysabel le dolía el corazón al verlos, y quería hacer algo para cambiar eso. Tenía una amiga muy especial, la Señorita Chapellín (Madre Emilia de San José), que también se preocupaba mucho por los demás. Juntas, soñaban con un mundo donde todos fueran felices y tuvieran lo necesario.
En esos tiempos, había un señor llamado Guzmán que había hecho algunos cambios en la iglesia. ¡Algunas congregaciones religiosas lo estaban pasando muy mal! Pero Ysabel, con su gran corazón, ayudó a los hermanos de La Salle y a los Padres Franceses a seguir adelante. ¡Era como un ángel guardián para ellos! Incluso, cosió los primeros hábitos para las hermanas Siervas del Santísimo Sacramento. ¡Qué habilidosa era Ysabel!
Pero Ysabel no solo ayudaba a los adultos. ¡También le encantaban los niños! Un día, tuvo una idea genial: ¡crear un lugar donde los niños pudieran aprender y jugar juntos! Así nació el primer kínder-preescolar de Venezuela, que ahora se llama Colegio San Antonio. ¡Imagínense la alegría de los niños al tener un lugar tan especial para ellos!
Ysabel era muy amiga del Doctor José Gregorio Hernández, un médico muy famoso que también ayudaba a los pobres. Ambos compartían el mismo deseo de hacer el bien. Ysabel era conocida por su sencillez, paciencia y prudencia. ¡Era una persona muy especial! Incluso los gobernadores de Valencia y Apure la querían mucho y respetaban su opinión.
Un día, Ysabel tuvo una idea aún más grande. Quería crear una congregación religiosa, un grupo de hermanas que se dedicaran a ayudar a los demás. Así, el 4 de octubre de 1890, en el día de San Francisco de Asís, ¡nació la Congregación Hermanas Franciscanas del Sagrado Corazón de Jesús! Estas hermanas, siguiendo el ejemplo de San Francisco, se dedicaron a ayudar a los pobres, a los enfermos y a los necesitados.
Las hermanas Franciscanas fundaron casas hogares para niños sin padres, colegios para enseñar a los jóvenes, asilos para cuidar a los ancianos, comedores para dar comida a los hambrientos y misiones para llevar ayuda a lugares lejanos. ¡Estaban por todas partes, haciendo el bien! Incluso crearon un grupo para niños y jóvenes llamado MIJFRAMI, para que desde pequeños aprendieran a amar y servir a los demás.
Las Hermanas Franciscanas no solo estaban en Venezuela, ¡también llegaron a Colombia, Ecuador, España y Roma! ¡Eran como un ejército de ángeles, llevando amor y esperanza a todos los rincones del mundo!
Después de una vida llena de amor y servicio, la Madre Ysabel, como la llamaban con cariño, se enfermó. Sufrió mucho por una enfermedad llamada arteriosclerosis y artrosis. Pero nunca perdió su fe ni su alegría. El 29 de abril de 1933, a los 77 años, la Madre Ysabel se fue al cielo.
Todos la extrañaron mucho, pero sabían que su espíritu seguía vivo en cada una de las Hermanas Franciscanas y en todos aquellos a quienes había ayudado. Sus restos descansan en la Casa Madre de la Congregación en Caracas, donde muchos la visitan para pedirle que los ayude y los proteja.
Aunque la Madre Ysabel ya no está con nosotros, su ejemplo sigue inspirando a muchas personas a ser mejores y a ayudar a los demás. Ahora, la Iglesia está estudiando su vida para ver si la declaran Beata, ¡un reconocimiento muy especial para las personas que han vivido una vida santa! Dicen que la Madre Ysabel es "el tesoro más escondido y precioso de la iglesia Venezolana". ¡Y tienen toda la razón! ¡Ysabel Lagrange Escobar, la Flor de Caracas, siempre vivirá en nuestros corazones!