Sueños de Voleibol



En un pequeño pueblo de Argentina, había un chico llamado Nando que soñaba con jugar en la selección de voleibol. Desde que podía recordar, siempre había admirado a su ídolo, el gran jugador Dececco, quien había llevado a su equipo a muchas victorias. Nando pasaba horas entrenando en la playa, golpeteando la pelota de voleibol contra la arena, imaginando que un día sería un gran jugador.

Un día, mientras practicaba, conoció a su mejor amigo, Juanito.

"Hola, Nando! ¿Estás practicando de nuevo?" - le preguntó Juanito, riendo.

"Sí, algún día seré como Dececco, ¡hay que entrenar duro!" - respondió Nando con una gran sonrisa.

Ambos chicos decidieron formar un equipo. Con el tiempo, lograron armar un grupo de amigos apasionados por el voleibol llamado 'Los Voleadores'. Empezaron a jugar partidos en las canchas de su escuela, ganando varios torneos locales. La emoción de estos triunfos creció cada vez más, y con ello, el deseo de Nando de ser parte de un equipo mayor.

"¿Te imaginas jugar en la selección?" - le preguntó Juanito en una de las prácticas.

"Sería un sueño hecho realidad, pero no creo que tenga el talento" - compartió Nando, bajando un poco la mirada.

A pesar de sus dudas, Nando continuó entrenando todos los días. Hasta que un día, anunció en la escuela que se realizaría un torneo intercolegial de voleibol. El primer premio era la oportunidad de entrenar con los jugadores de la selección.

Nando y sus amigos estaban emocionados, pero el grupo rival, conocido como 'Los Tigres', era temido por todos, ya que tenían fama de ser invencibles.

"No tengamos miedo, estamos aquí para divertirnos y jugar lo mejor que podemos" - les dijo Nando a sus compañeros antes del torneo.

El torneo fue muy reñido. En las semifinales, se encontraron cara a cara con 'Los Tigres'.

"No será fácil, chicos. Pero no podemos rendirnos" - les animó Nando.

"¡Vamos a darlo todo!" - exclamó Juanito, mientras todos se miraban con determinación.

El primer set fue complicado, y perdieron por un punto. Sin embargo, no se desanimaron. En el segundo set, lograron aplicar toda la práctica que habían tenido. Cada vez que uno de ellos fallaba, en vez de desmotivarse, se animaban entre sí.

"¡Buena jugada, Nando!" - gritó uno de sus amigos al finalizar una jugada increíble.

"¡Vamos, que se puede!" - respondió él, sintiéndose cada vez más seguro.

Finalmente, ganaron el segundo set y todo se decidió en el tercero. El partido fue emocionante y muy pegado, pero al final, Nando advirtió que los jugadores rivales estaban fatigados.

"¡Es nuestra oportunidad!" - bramó Nando al sembrar dudas en el equipo rival.

Los Voleadores siguieron luchando sin parar, hasta que lograron marcar el último punto. El público estalló en un fuerte aplauso. Habían ganado, y así, Nando y sus amigos se quedaron boquiabiertos.

"¡Lo hicimos! ¡Vamos a entrenar con la selección!" - corearon todos con emoción.

El día del entrenamiento llegó y todos estaban nerviosos. Nando miraba con admiración a los jugadores que tanto había seguido.

"No puedo creer que estemos aquí, entrenando con ellos" - decía Nando mientras los otros sólo sonreían.

En la cancha, Nando se esforzó al máximo. Aprendió nuevas técnicas, estrategias y la importancia de confiar en el trabajo en equipo. Los jugadores de la selección vieron el ingenio y la valentía de Nando, y eso lo hizo sentir bien.

"Sigue así, pibe, tenés mucho futuro" - le dijo Dececco en un momento.

Nando no podía creer que su ídolo le hablara. Eso le dio más ganas de seguir practicando. No todo fue fácil, hubo momentos de duda, pero Nando entendió algo muy valioso: el verdadero éxito no siempre es ganar, sino disfrutar del juego y del esfuerzo. Después de unas semanas, Nando y sus amigos recibieron un diploma por su esfuerzo en el torneo y un reconocimiento especial de la selección.

"Gracias por demostrar que el trabajo en equipo trae grandes recompensas" - expresó el entrenador a todos los chicos.

Así, Nando aprendió que, aunque su sueño de ser parte de la selección estaba comenzando, lo más importante ya lo había conseguido: amigos, experiencia y un amor profundo por el voleibol. Y aunque quizás no todos podrían llegar a ser estrella, todos podrían soñar juntos.

Desde entonces, Nando jamás dejó de practicar, siempre recordando las palabras de Dececco y la promesa de nunca rendirse. La vida es un juego y, mientras se entrene con pasión y amor, siempre se puede compartir el sueño de ser parte de algo grande.

FIN.

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