Sumando talentos


Había una vez en un pequeño pueblo de Argentina, dos niñas llamadas Elena y Paulina. Eran muy diferentes entre sí, pero eso no les impedía ser buenas amigas.

Elena era curiosa y siempre estaba dispuesta a aprender cosas nuevas, mientras que Paulina era más tímida y le costaba expresarse. Un día, las dos niñas se encontraban en la escuela preparándose para el concurso de matemáticas.

Elena estaba emocionada porque le encantaban los números y sabía que tenía muchas posibilidades de ganar. Por otro lado, Paulina sentía miedo e inseguridad, pensando que nunca podría superar a sus compañeros más inteligentes. El día del concurso llegó y ambas niñas estaban nerviosas.

La primera prueba consistía en resolver problemas matemáticos complicados en poco tiempo. Elena se concentró y comenzó a resolverlos rápidamente, mientras que Paulina se quedaba mirando su papel sin tener idea de qué hacer.

A medida que avanzaba la competencia, Elena iba acumulando puntos y cada vez estaba más cerca de ganar el primer lugar. Pero algo sorprendente sucedió cuando llegó la última ronda: una prueba práctica donde tenían que aplicar los conocimientos adquiridos.

Elena fue la primera en enfrentarse al desafío; tenía que construir una torre alta utilizando bloques de colores. Rápidamente comenzó a colocar uno sobre otro hasta alcanzar una altura impresionante. Todos aplaudieron maravillados por su habilidad. Luego fue el turno de Paulina quien temblaba ante semejante reto.

Tomó los bloques con manos temblorosas e intentó ponerlos uno encima del otro, pero su torre no paraba de caerse. La niña estaba desanimada y a punto de rendirse cuando Elena se acercó y le dijo:"No te preocupes, Paulina.

Todos tenemos habilidades diferentes, lo importante es que hagas lo mejor que puedas. "Con estas palabras de aliento, Paulina decidió intentarlo una vez más. Esta vez se concentró en colocar los bloques con cuidado y paciencia.

Poco a poco, su torre comenzó a tomar forma y ¡finalmente logró construir una torre más alta que la de Elena! Todos quedaron sorprendidos por el giro inesperado y comenzaron a aplaudir emocionados.

Elena también estaba feliz por su amiga y se dio cuenta de que cada uno tenía sus propias fortalezas. Desde ese día, las dos niñas se convirtieron en inseparables amigas y aprendieron a valorar las habilidades únicas de cada uno.

Elena entendió que ser inteligente en matemáticas no lo era todo, mientras que Paulina descubrió que podía superar sus miedos si confiaba en sí misma. Juntas siguieron aprendiendo y creciendo, apoyándose mutuamente en cada paso del camino.

Y así demostraron al mundo que la verdadera amistad puede superar cualquier obstáculo y hacer posible lo imposible. Fin

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