Super Ignacio y la Aventura en el Parque



Era una hermosa mañana de sábado y Claudia e Ignacio estaban listos para salir al parque. Claudia, con su moño rosa, miraba nerviosa por la ventana mientras su hermano jugaba con su pelota.

"¿Iremos al parque, Ignacio?" - preguntó Claudia un poco temerosa.

"¡Sí, Claudita!" - respondió Ignacio con una sonrisa brillante. "Va a ser divertido. No te preocupes; estaré ahí para protegerte. ¡Soy Super Ignacio!"

Claudia se sintió un poco mejor con las palabras de su hermano. Aunque tenía miedo de los perritos que a veces corrían por el parque, sabía que Ignacio siempre la cuidaba.

Al llegar al parque, los dos hermanos se encontraron con un grupo de niños que jugaban a la pelota. Ignacio, decidido a unirse a ellos, le dijo a Claudia:

"Voy a jugar un rato. ¿Te gustaría venir conmigo?"

"No sé... ¿y si aparece un perrito?" - respondió Claudia, inquieta.

Ignacio pensó en cómo hacer para que su hermana se sintiera más cómoda.

"Está bien, jugaremos juntos, pero con cuidado. Si vemos un perrito, simplemente nos alejaremos. ¡Te prometo que todo va a salir bien!"

Claudia respiró hondo y decidió aventurarse con su hermano. Pero, al poco tiempo de jugar, un pequeño perrito, con su pelaje dorado, apareció corriendo y moviendo la cola.

Claudia se paralizó y comenzó a temblar.

"¡Ignacio, mirá! ¡El perrito!" - gritó.

Ignacio, al ver la reacción de su hermana, se acercó rápidamente.

"No te asustes, Claudita. Solo quiere jugar. Miralo, es un dulce. ¡Mirá cómo mueve la cola!" - insistió, tratando de calmarla.

Claudia no estaba convencida. Pero en medio de su miedo, escuchó una voz suave que decía:

"Hola, ¿quieres acariciarlo?" - era un niño del grupo que había estado jugando con Ignacio.

"¿Es seguro?" - preguntó Claudia con un hilo de voz.

Ignacio, asintiendo, le dijo:

"Claro que sí. Pero si te da miedo, no lo hagas. Recuerda que yo estoy aquí para protegerte, y nadie va a hacerte daño."

Con un poco más de valor, Claudia se acercó lentamente al perrito. Ignacio se puso a su lado, listo para actuar si hacía falta. El perrito, al notar su presencia, se sentó y movió la cola aún más rápido.

"Es tan lindo..." - dijo Claudia mientras estiraba la mano.

Cuando su mano tocó el suave pelaje del perrito, una sonrisa se dibujó en su rostro.

"¡Mirá, Ignacio! ¡No muerde!" - exclamó sorprendida.

"¡Te dije que no tenías que tener miedo!" - respondió Ignacio, orgulloso de su hermana. "¡Ves, Claudita! A veces hay que enfrentarse a nuestros miedos para descubrir cosas maravillosas."

Claudia se animó y comenzó a jugar con el perrito, mientras Ignacio se unía a los otros niños. Jugaron a la pelota, corrieron y se rieron. El miedo de Claudia poco a poco se esfumó rodeada de risas y alegría.

Justo cuando todo parecía perfecto, el perrito de repente salió corriendo hacia un grupo de niños más lejos.

"¡Ignacio, el perrito se va!" - gritando, Claudia miró alarmada.

"No te preocupes, voy a buscarlo. Quédate aquí, Claudita."

Ignacio, sin dudarlo, corrió detrás del perrito, intentando atraparlo. Pero el pequeño animal estaba lleno de energía y comenzó a dar vueltas alrededor de los niños. Ignacio se lanzó en su dirección, intentando alcanzarlo, pero tropezó y cayó.

"¡Oh no!" - exclamó Claudia, preocupado.

Rápidamente, corrió hacia su hermano. Cuando llegó, vio que Ignacio estaba riendo, a pesar de haberse caído.

"¡Estoy bien!" - dijo con una gran sonrisa en su rostro.

Claudia se sintió mucho más aliviada al verlo así.

"¿Por qué no lo llamas?" - sugirió con un brillo en sus ojos.

Ignacio se levantó, se limpió la tierra de los pantalones y comenzó a llamarlo:

"¡Ven aquí, amigo! ¡Ven a jugar!"

El perrito, al escuchar la voz de Ignacio, se detuvo y regresó a su lado.

Y así, ese día en el parque se convirtió en un éxito para los dos hermanos. Claudia aprendió que a veces los miedos son sólo eso: miedos, y que con la ayuda de su hermano, podía enfrentarlos. Ignacio, por su parte, se dio cuenta de que no solo era valiente, sino que también podía ser un buen hermano protector.

Al volver a casa, los padres los recibieron con abrazos y dulces. Claudia miró a Ignacio con una sonrisa.

"Gracias, Super Ignacio. Eres el mejor protector del mundo."

"Y vos, Claudita, sos la mejor hermana. ¡Siempre cuidémonos!"

FIN.

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