Supersticiones al viento



Sofía era una niña muy curiosa y aventurera. Siempre estaba en busca de nuevas experiencias y aprendizajes, pero había algo que la detenía: las supersticiones.

Desde pequeña, su abuela le había contado historias sobre los peligros de romper un espejo o pasar por debajo de una escalera. Incluso su mamá le decía que no pusiera el pan boca abajo en la mesa porque eso traía mala suerte.

Sofía se sentía atrapada por estas creencias y no sabía cómo liberarse de ellas. Hasta que un día, mientras caminaba por el parque con su amigo Tomás, encontraron una moneda tirada en el piso. "¡Mira Sofi! ¡Una moneda! ¿La agarramos?"- preguntó Tomás emocionado. Pero Sofía dudaba.

Sabía que muchas personas creían que reagarrar monedas del piso era de mala suerte. Sin embargo, algo dentro de ella quería tomarla. "No sé Tomi... ¿vos crees que deberíamos hacerlo?"- preguntó Sofía insegura.

"¿Por qué no? Es solo una moneda"- respondió Tomás sin darle mucha importancia a las supersticiones. Finalmente, Sofía se animó y tomó la moneda del piso. Y para sorpresa de ambos niños, nada malo pasó después de hacerlo.

De hecho, ese mismo día tuvieron mucha suerte en el juego del ludo que jugaron juntos en casa de Sofi. A partir de ese momento, Sofía comenzó a cuestionar todas las supersticiones que conocía.

Se dio cuenta de que muchas veces eran solo mitos sin ningún fundamento real. Un día, mientras estaba en su casa, escuchó un ruido extraño que venía de la cocina. Al principio se asustó y pensó que tal vez era un fantasma o algo malo.

Pero luego recordó lo de la moneda y decidió investigar. Cuando llegó a la cocina, encontró a su gato jugando con una taza que había caído al piso por accidente.

Sofía suspiró aliviada al darse cuenta de que no había nada sobrenatural detrás del ruido. A medida que Sofía se liberaba de las supersticiones, comenzó a sentirse más segura y confiada en sí misma. Ya no tenía miedo de romper espejos o pasar por debajo de escaleras.

Y eso le permitió disfrutar más plenamente de cada momento sin preocupaciones innecesarias. Un día, mientras caminaba sola por el parque, encontró una herradura tirada en el piso.

Recordando todo lo aprendido hasta ese momento decidió tomarla como un amuleto para tener buena suerte. "Esto me recuerda el día en que tomé esa moneda del piso Tomi... ¿te acordás?"- le contaría después a su amigo con una sonrisa en la cara.

Y así fue como Sofía aprendió a dejar atrás las supersticiones y vivir sin temores innecesarios. Cada vez más libre para explorar el mundo y descubrir nuevas aventuras junto a sus amigos.

FIN.

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