Susana y el Taller de Sonrisas



Era un día fresco y soleado, perfecto para salir a caminar. Susana, con su bufanda azul y su gorro a rayas, iba rumbo a su trabajo con el corazón acelerado. A pesar de que el clima era ideal, había algo que la preocupaba.

Mientras avanzaba, Susana murmullaba para sí misma:"¿Y si mis ideas no son lo que la gente espera? ¿Y si nadie siente que yo puedo ayudar?".

Cuando llegó a su oficina, la mesita de café estaba llena de colegas que charlaban y reían. Susana respiró hondo y se acercó al grupo.

"¡Hola, chicos!" -dijo con un tono inseguro. "¿Qué pasa?" .

"Estamos hablando sobre las actividades del mes que viene, queremos organizar un taller de creatividad, ¡y necesitamos tus ideas!" -explicó su compañera Carla.

En ese momento, el corazón de Susana dio un vuelco. La idea de compartir lo que había estado guardando en su mente le parecía aterradora y emocionante a la vez.

"¿Yo? No sé si tengo algo bueno que aportar..." -dijo, sintiendo que la preocupación la envolvía otra vez.

Carla sonrió y la animó: "Claro que sí, Susana. ¡Eres muy creativa! La última vez hiciste unos dibujos que nos encantaron. Solo tienes que creer en ti misma".

Susana sonrió, pero su ansiedad no desapareció. En esos días, la creatividad se sentía como un gran océano, y ella una pequeña olita. Entonces, decidió que debía hacer algo al respecto.

Con el propósito de desatar su creatividad, Susana fue a una librería después del trabajo y compró un cuaderno en blanco. A la mañana siguiente, mientras disfrutaba de su café, comenzó a dibujar y escribir sus ideas.

Poco a poco, Susana sintió que la preocupación se convertía en emoción. En una semana, había creado un montón de propuestas para el taller. Decidió presentarlas en la reunión semanal de equipo.

Cuando llegó el gran día, Susana se puso un vestido que le gustaba mucho, y se sentó en la mesa con su cuaderno. El resto del equipo la miraba con expectación.

"Hola a todos, tengo algunas ideas para el taller de creatividad..." -comenzó con un tono tembloroso.

A medida que compartía sus propuestas, vio cómo las expresiones en los rostros de sus compañeros cambiaban de interés a entusiasmo.

"¡Eso suena increíble!" -dijo Marco, uno de sus compañeros. "¿Podemos incluir eso en la lista?"

Susana sintió que su corazón se llenaba de alegría al ver cómo sus ideas eran bien recibidas. Al finalizar, hubo aplausos y sonrisas.

"Has hecho un gran trabajo, Susana. Gracias por tu valentía" -le dijo Carla con una sonrisa sonriente.

Susana, con lágrimas de felicidad casi asomándose a sus ojos, se dio cuenta de que no solo había superado su preocupación, sino que también había inspirado a otros. Al final del taller, el ambiente estaba lleno de risas y creatividad.

Y así, con cada actuación, Susana aprendió que las preocupaciones podían convertirse en oportunidades si uno se atrevía a compartir sus ideas. Desde ese día, se propuso seguir creando y apoyando a sus colegas, convirtiéndose en un símbolo de inspiración en su trabajo. Y entender que la felicidad puede surgir de la valentía de uno mismo, es un aprendizaje que nunca olvida.

Así, Susana y su taller de sonrisas no solo alegraron su día, sino que también hicieron de su trabajo un lugar donde la creatividad y la amistad podían florecer.

FIN.

Dirección del Cuentito copiada!