Susana y los Números Fraccionarios



Había una vez en un pequeño pueblo llamado Matemápolis, una maestra muy peculiar llamada Susana. Ella enseñaba en la escuela primaria y siempre había sido muy buena en explicar operaciones de suma y resta, pero había algo que nunca podía entender: las fracciones. Un día, mientras Susana estaba corrigiendo unos cuadernos, se quejaba del tema en voz alta.

– "¡Las fracciones no sirven para nada!" –exclamó con frustración.

Justo en ese momento, un grupo de conejos curiosos se asomó por la ventana. Eran conejos que venían de un bosque cercano y estaban muy atentos a la conversación. Uno de ellos, llamado Frac, se armó de valor y entró al aula.

– "¡Hola, maestra Susana!" –dijo Frac, moviendo sus orejas.

– "¿Quién habla?" –preguntó Susana, sorprendida.

– "Soy Frac, un conejo que entiende mucho de fracciones. Yo creo que son muy importantes, especialmente en el bosque donde vivo" –respondió el conejito con una sonrisa.

Susana arqueó una ceja, incrédula.

– "¿Y por qué son tan importantes, Frac?"

Frac respiró hondo y comenzó su historia.

– "Te contaré sobre mis amigos los conejos. En la primavera, cuando cosechamos zanahorias, muchas veces tenemos que dividirlas en partes para compartirlas. Cuando hay 6 zanahorias y 3 conejos, cada uno recibe 2 zanahorias, que es una fracción de la cosecha: 2/6. ¿Ves? Sin las fracciones, no podríamos repartir adecuadamente".

Susana empezó a escuchar con atención, aunque todavía dudaba.

– "Pero eso es solo un ejemplo, Frac. ¿Qué más?"

Entonces, Frac tomó un pequeño lápiz y una hoja que había traído consigo.

– "Imagina que estás haciendo una ensalada para una fiesta. Si el plato necesita 4/5 de lechuga y 1/5 de tomate, las fracciones permiten que cada ingrediente se mida correctamente, asegurando que todos los sabores se mezclen en su justa medida".

Susana comenzó a interesarse.

– "Vaya, nunca había pensado en las fracciones de esa forma".

Entonces, Frac propuso una actividad que cambiaría la forma de ver las fracciones de Susana para siempre.

– "Vamos al bosque. Te enseñaré cómo utilizamos las fracciones en nuestro día a día. Te prometo que será divertido".

Susana dudó un momento. Pero la curiosidad la ganó y aceptó.

Juntos se adentraron en el bosque donde los conejos estaban organizando una gran fiesta. Al llegar, vieron que tenían un gran pastel de zanahoria.

– "¡Bienvenida, Susana!" –gritaron los conejos en coro.

– "¿Podrías ayudarnos a cortar el pastel?"

Pero en lugar de cortarlo de cualquier manera, los conejos tenían un plan.

– "Vamos a cortarlo en 8 partes iguales, y necesitamos saber cuántas porciones dar a cada conejo según cuántos vengan" –dijo Frac.

De pronto, algunos conejos empezaron a contar.

– "Si vienen 4 conejos, eso significa que cada uno recibe 2/8 del pastel".

– "Si vienen 2, entonces cada uno recibe 4/8" –continuó otros, algo más animados.

La profesora Susana nunca había estado tan atenta.

– "¡Ahora veo! Cada fracción se convierte en una porción real de la realidad. Así podemos asegurarnos que todos coman y disfruten de su pedazo".

Entonces, mientras los conejos comían y se reían, Susana sintió cómo las fracciones se convertían en parte de su vida.

– "Frac, me has hecho entender lo útiles que son las fracciones. ¿Te parece si regresamos a la escuela y les cuento a mis alumnos sobre esto?"

El conejo, moviendo la cola con alegría, asintió.

– "¡Claro! Y podríamos hacer una gran fiesta en la escuela usando fracciones y aprendiendo todos juntos".

Regresaron a Matemápolis, y Susana emocionada reunió a sus alumnos.

– "Hoy les quiero contar una historia especial sobre cómo los conejos utilizan las fracciones en su vida. Aprendimos que las fracciones son importantes y que pueden ayudarnos a compartir y organizar".

Los niños, asombrados, prestaron atención a Susana, que nunca había estado tan entusiasmada. Desde aquel día, Susana no solo se convirtió en la maestra de números fraccionarios, sino que también organizó muchas actividades para que sus alumnos aprendieran de ellas.

Susana nunca volvió a decir que las fracciones no servían para nada. En cambio, siempre sonreía cada vez que se acordaba de aquel día mágico en el bosque con su amigo Frac.

Y así, Susana y sus alumnos vivieron felices, haciendo fracciones y con mucho amor por las matemáticas.

FIN.

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