Susana y su Patineta Voladora



En una ciudad llena de ruido y movimiento, había una paloma muy especial llamada Susana. A diferencia de las demás palomas que picoteaban en el suelo buscando migas de pan, Susana tenía una divertida y peculiar afición: ¡andar en patineta! Todos los días, se paseaba por el parque, deslizando sus pequeñas patitas sobre la tabla.

Un día, mientras Susana practicaba sus trucos en un pequeño montículo, un grupo de niños que jugaban a la pelota la vio.

"¡Mirá! Una paloma en patineta!" - gritó Tomás, con asombro.

Los demás niños se acercaron, sorprendidos.

"¡Qué copada!" - dijo Ana. "¿Podés hacer un truco, paloma?"

Susana, llena de confianza, decidió impresionar a sus nuevos amigos. Con un pequeño impulso, se lanzó por la pendiente, haciendo un giro en el aire y aterrizando con gracia.

"¡Woow! ¡Sos una artista!" - exclamó Julián, aplaudiendo.

A partir de ese día, Susana y los niños se hicieron amigos inseparables. Ellos la enseñaron a hacer piruetas, y ella les mostró que nunca había que rendirse, incluso en un intento fallido.

Sin embargo, la historia dio un giro inesperado un día soleado.

Mientras estaban practicando, Susana escuchó un enorme alboroto. Miró hacia el frente y vio que un perro enorme estaba asustando a otros animales en el parque.

"¡Susana, ayudá!" - gritó Ana, preocupada.

Sin pensarlo dos veces, Susana se subió a su patineta y se lanzó hacia el perro.

"¡Oye, perro!" - gritó con valentía. "¡Deja en paz a los demás!"

El perro, sorprendentemente, se detuvo y miró a la valiente paloma sobre ruedas.

"¿Quién te creés, paloma?" - ladró, confundido.

"Soy Susana, y estoy aquí para proteger a mis amigos. No necesitas asustar a nadie. ¿Por qué no te unís a nosotros y jugás en vez de hacer lío?"

El perro, atónito por la audacia de Susana, pensó un momento.

"No sabía que podía jugar en lugar de ser un problemón. ¿Cómo se juega?" - preguntó, en un tono más amigable.

Susana se acercó un poco más.

"Es fácil, vení y mirá. Podés correr y tratar de atraparnos, ¡o incluso podés probar mi patineta!"

El perro sonrió, y después de un rato, siguió a Susana y a los niños. Jugaban al escondite y a la mancha. Era un día lleno de risas y diversión.

Desde entonces, el perro no volvió a asustar a nadie; se convirtió en parte del grupo de amigos. Susana había enseñado a todos que el respeto y la amistad podían cambiar incluso a los más temibles.

Después de esa aventura, los días pasaron volando.

Susana continuó practicando sus trucos, pero lo más importante era que con su patineta, también había creado un espacio para la amistad, donde cada uno podía ser diferente pero igual de importante.

"¡Gracias, Susana!" - le dijeron los niños y el perro en coro, después de una gran tarde de juegos.

Susana sonrió, feliz de ser una paloma diferente que inspiraba a otros a ser valientes y a nunca tener miedo de ser uno mismo.

Y así, la paloma patinadora se convirtió en la mejor amiga de todos en el parque, recordándoles que la diversidad y la amistad pueden hacer del mundo un lugar mejor.

Desde ese día, cada vez que alguien veía a Susana surcando los aires en su patineta, sonreía, sabiendo que su valentía había cambiado el corazón de muchos.

FIN.

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