Tadeo, Dennis y Michel Perdidos en el Bosque



Era un día soleado y Tadeo, Dennis y Michel decidieron aventurarse al bosque cercano a su casa. Con sus mochilas listas y la imaginación volando, se adentraron entre los árboles.

"¡Miren qué altos son esos árboles!" - exclamó Tadeo con los ojos brillantes.

"Y ¿sabían que algunos pueden vivir más de mil años?" - agregó Dennis, que había leído un libro sobre naturaleza.

"Yo quiero encontrar un tesoro escondido, como en las historias que cuentan los abuelos!" - dijo Michel, emocionado.

Los tres amigos empezaron a jugar a ser exploradores, pero tras un rato, mientras buscaban su tesoro, se dieron cuenta de que no reconocían el camino de regreso.

"¿Estás seguro de que vinimos por aquí?" - preguntó Dennis, un poco preocupado.

"Creo que sí… o tal vez no" - respondió Tadeo, mirando a su alrededor.

"Esto no es bueno…" - dijo Michel, intentando no asustarse.

Decidieron sentarse en una roca y pensar. Aunque estaban un poco nerviosos, sabían que debían mantener la calma.

"Lo primero que debemos hacer es no separarnos" - propuso Tadeo.

"Sí, y tenemos que buscar una forma de orientarnos. Tal vez podamos escuchar algún sonido o ver algo que nos ayude" - sugirió Dennis.

"¡Escuchen!" - dijo Michel, agudizando los oídos.

De repente, escucharon un murmullo. Era el sonido del agua.

"¡Podría ser un río!" - exclamó Tadeo, animándose. "Si llegamos al río, podríamos ver si hay un camino."

"¡Vamos!" - respondieron Dennis y Michel al unísono.

Los chicos comenzaron a caminar siguiendo el sonido del agua. Mientras avanzaban, encontraron algunas huellas en el suelo.

"Miren, parecen huellas de un animal" - observó Dennis.

"Tal vez sea un ciervo o un zorro. ¿Creen que sea peligroso?" - preguntó Michel.

"No lo creo, los animales suelen escapar si nos escuchan" - dijo Tadeo, buscando ofrecer calma.

Después de un rato de caminar, llegaron al río. El agua brillaba bajo el sol y corría con una melodía suave.

"¡Wow! Es hermoso" - dijo Michel, totalmente fascinado.

"Sí, pero ahora necesitamos seguir el río" - insistió Dennis. "Si encontramos un camino, podremos salir de este bosque."

Así que comenzaron a seguir la orilla del río, observando los peces que nadaban y recogiendo piedras de colores. Se fueron olvidando un poco del miedo a perderse y se concentraron en la aventura.

Pasaron un buen rato hasta que vieron a lo lejos una figura. Se acercaron y se dieron cuenta de que era un anciano, con una larga barba blanca, que pescaba en el río.

"¡Hola, muchachos! ¿Qué hacen por aquí?" - preguntó el anciano, sonriendo.

"Estamos perdidos, abuelo. Buscamos salir de este bosque" - explicó Tadeo, un poco avergonzado.

"No se preocupen, yo conozco este lugar muy bien. Sigan el río y llegarán a un camino que los llevará a sus casas" - les dijo el anciano.

"¡Gracias! Eres un sabio" - dijo Michel, aliviado.

"Pero antes de irse, ¿por qué no prueban a pescar un poco?" - sugirió el anciano. "Es divertido y les hará aprender sobre la paciencia y la naturaleza."

Los chicos, curiosos, aceptaron. Pasaron un tiempo pescando con la ayuda del anciano, quienes les enseñó a hacer nudos y a conocer diferentes tipos de peces.

Finalmente, después de un rato, con algunas risas y anécdotas compartidas, decidieron seguir el consejo del anciano y se despidieron de él.

"Por favor cuídense y disfruten el camino" - les dijo sonriendo.

Contentos, los tres amigos continuaron por la orilla, siguiendo el sonido del agua. Poco tiempo después, avistaron un sendero que los llevó de regreso a su barrio.

"¡Lo logramos!" - gritó Tadeo.

"Gracias a la ayuda del abuelo, realmente aprendimos algo hoy" - dijo Dennis.

"Sí, y encontramos un tesoro en la amistad y en la naturaleza" - concluyó Michel, con una sonrisa enorme.

Al llegar a casa, prometieron recordar la aventura y compartirla siempre. Y así, Tadeo, Dennis y Michel fueron no solo amigos, sino verdaderos exploradores que aprendieron a enfrentar los desafíos con valentía y a valorar la belleza de la naturaleza y la sabiduría de los demás.

FIN.

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