Tadeo el Valiente en el Kinder



Era un hermoso día de sol en el barrio y Tadeo, un niño de solo tres años, se despertó lleno de emoción. Hoy era su primer día en el kinder. Con su mochila de dinosaurios, corrió hacia la cocina donde estaba su mamá.

"¡Mamá, ya estoy listo!" - gritó Tadeo, con su camiseta amarilla favorita puesta.

"¡Qué bien, Tadeo! Estás muy lindo. ¿Estás nervioso?" - le preguntó su mamá sonriendo.

"No, ¡estoy emocionado!" - respondió él, moviendo su pelito rizado.

Cuando llegaron al kinder, la maestra, la señorita Ana, estaba esperando en la puerta. Era una mujer amable, con una sonrisa que iluminaba su rostro.

"Hola, pequeño Tadeo. Bienvenido al kinder, ¡estamos muy felices de tenerte aquí!" - lo saludó la señorita Ana.

Tadeo, aunque algo tímido, sonrió y saludó de vuelta. A su alrededor había muchos niños jugando, pero Tadeo no sabía muy bien qué hacer. Miró a su mamá, que le dio un beso y le dijo:

"Divertite, Tadeo. ¡Veo que hay un montón de cosas por descubrir!"

Entonces, Tadeo hizo lo que cualquier niño curioso haría: se zambulló en el juego. Primero se acercó a un grupo que estaba armando un castillo de bloques.

"Hola, soy Tadeo. ¿Puedo ayudar?" - preguntó, con la voz suave.

"¡Claro! Soy Lucía y este es mi amigo, Maxi." - respondió una niña de pelo rizado, justo como el suyo.

"Nos faltan bloques grandes para el torreón. ¿Puedes pasarlos?" - añadió Maxi, que estaba apilando bloques.

Tadeo se puso a trabajar. Aunque no sabía muy bien cómo construir un castillo, su entusiasmo lo llevó a buscar los bloques que parecían faltar. Cada vez que pasaba uno, todos aplaudían.

"¡Vamos, Tadeo! Eres muy rápido!" - gritó Lucía.

"Sí, ¡sos un campeón!" - agregó Maxi.

Sin embargo, en un momento de tanto esfuerzo, Tadeo tropezó y se cayó. Los bloques se desmoronaron y empezaron a rodar por el suelo.

"¡Ay no!" - exclamó Tadeo, tapándose la cara con las manos, avergonzado.

Pero la señorita Ana se acercó, con una voz calmada y dulce:

"No te preocupes, Tadeo. A veces uno se cae, pero lo importante es levantarse y aprender. ¿Qué tal si intentamos de nuevo?"

Tadeo miró a su alrededor y vio que sus nuevos amigos lo animaban.

"¿Vamos a armarlo otra vez?" - preguntó casi a susurros.

"¡Sí!" - dijeron al unísono.

Y juntos, rieron y volvieron a construir el castillo. A medida que avanzaban, se dieron cuenta de que podían agregar más cosas, como una puerta y hasta una ventana que podían abrir y cerrar. El castillo quedó hermoso.

Cuando terminaron, todos se sentaron a admirar su obra.

"¡Es el mejor castillo del mundo!" - dijo Maxi.

"Eso es porque lo hicimos juntos. ¡Gracias, Tadeo!" - respondió Lucía.

Esa fue solo la primera aventura de Tadeo en el kinder. A lo largo del día, exploró el rincón de lectura, pintó un hermoso dibujo de un dinosaurio y jugó al aire libre con sus nuevos amigos en el parque del jardín.

Al final del día, cuando su mamá vino a buscarlo, Tadeo salió corriendo con una gran sonrisa.

"¡Mamá, fui al kinder y armamos un castillo gigante!" - contó emocionado.

"¡Qué lindo, Tadeo! ¿Te divertiste?" - preguntó su mamá.

"Sí, ¡y no tengo miedo de caerme más!" - dijo él, con un brillo decidido en sus ojos.

Ese día, Tadeo no solo hizo nuevos amigos, sino que también aprendió que en la vida uno puede caerse, pero lo más importante es levantarse y seguir adelante. Desde entonces, cada vez que veía a un amigo caer, él siempre se acercaba a ayudar, recordando lo que la señorita Ana le había enseñado.

Esa, fue la primera de muchas aventuras coloridas en el kinder. Y así fue como Tadeo, el valiente, se convirtió en un verdadero amigo y un amante del aprendizaje.

Y colorín colorado, este cuento se ha acabado.

FIN.

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