Tardes de alegría en Buenos Aires
Había una vez en una casa acogedora en Buenos Aires, Argentina, donde vivían Luciano, un niño de 9 años lleno de energía y curiosidad, su hermana mayor Laura, de 20 años, que siempre estaba pendiente de él, y su mamá cariñosa que se esforzaba por mantener la armonía en el hogar.
Una tarde soleada, Luciano estaba concentrado viendo su programa favorito en la televisión cuando Laura decidió jugarle una broma. Se acercó sigilosamente por detrás y le hizo cosquillas en las costillas.
Luciano soltó una carcajada tan fuerte que casi se cae del sofá. "-¡Hermanita! ¡Deja de molestarme!" exclamó entre risas mientras intentaba zafarse de las cosquillas. Laura se rió a carcajadas y dijo: "-¡No puedo resistirme a tu risa contagiosa! Eres mi hermanito favorito.
" Luciano rodó los ojos con una sonrisa y se levantó del sofá para perseguirla por la sala. Mamá apareció en ese momento con una bandeja llena de empanadas recién horneadas y los miró divertida.
"-¿Qué travesura están haciendo ahora?" preguntó con ternura. Luciano y Laura se detuvieron al instante y corrieron hacia mamá para tomar cada uno una empanada.
Mientras mordían el sabroso bocado caliente, mamá les recordó: "-Chicos, recuerden que es importante respetar los espacios personales y no molestar a los demás cuando están ocupados. " Ellos asintieron con la boca llena, entendiendo el mensaje. Después de merendar, mamá propuso jugar a un juego de mesa juntos.
Sacaron el ajedrez del armario y comenzaron a jugar moviendo las piezas con cuidado. Luciano demostró ser un rival digno para Laura, quien lo felicitaba cada vez que realizaba una jugada astuta. La tarde pasaba entre risas y estrategias mientras afuera caía la noche lentamente.
Finalmente, mamá anunció que la cena estaba lista y todos se sentaron alrededor de la mesa para disfrutar de un exquisito guiso casero preparado con amor.
Mientras compartían anécdotas del día, Luciano sintió gratitud por tener una familia tan especial que lo apoyaba y lo hacía reír incluso en los momentos más sencillos. Después de cenar, mamá los llevó a todos al salón donde encendieron unas velas aromáticas y se acurrucaron juntos en el sofá bajo una manta suave.
Laura abrazó a Luciano con cariño y le susurró al oído: "-Eres mi tesoro pequeño; nunca olvides cuánto te quiero. " Luciano sonrió feliz sabiendo que siempre tendría a su familia cerca para protegerlo.
Y así terminó aquella noche tranquila pero llena de amor y complicidad familiar en esa casa cálida donde reinaban la alegría y el respeto mutuo entre todos sus integrantes.
FIN.