Tarijeños con la Sonrisa al Cielo pero con el Poncho en el Suelo
En el pintoresco pueblo de Tarija, donde los valles son verdes y el cielo siempre brilla, vivían dos amigos inseparables: Lucho y Carla. Lucho era un niño alegre, siempre dispuesto a ayudar a los demás y con una sonrisa que iluminaba cualquier rincón. Por otro lado, Carla era más reservada, pero su ingenio y creatividad eran admirados por todos en el pueblo. Un día, mientras paseaban por la plaza central, encontraron un viejo poncho tirado en el suelo.
"¡Mirá, Lucho! Este poncho parece haber vivido mil aventuras", dijo Carla, inspeccionando la prenda de colores vibrantes.
"¡Es verdad! Tal vez tenga historias que contarnos. ¿Y si hacemos algo con él?", respondió Lucho, con su característica sonrisa.
Decidieron llevar el poncho a la escuela para mostrarlo a su maestra, la señora Marina. Ella siempre contaba historias de cómo las tradiciones y la cultura de Tarija eran valiosas.
"Señora Marina, encontramos este poncho en la plaza. ¿Podemos hacer un proyecto sobre su historia?", preguntó Lucho, entusiasmado.
"¡Claro que sí! El poncho es una parte importante de nuestra cultura. Les propongo que hagan una presentación para mostrar a los demás alumnos lo que significa para nosotros", sugirió la maestra.
Los amigos se lanzaron a la tarea con mucha dedicación. Investigaron, preguntaron a los abuelos del pueblo y hasta visitaron el mercado, donde descubrieron que el poncho representaba la identidad tarijeña y cada color tenía un significado especial. Mientras trabajaban, comenzaron a entrelazar sus propias aventuras y risas, convirtiendo su proyecto en una verdadera celebración de su cultura.
Un día, mientras estaban en el parque revisando sus notas, Lucho deslizó su mano en el bolsillo del poncho y encontró una pequeña carta arrugada. Al abrirla, descubrieron que pertenecía a un viajero que había estado en Tarija hace muchos años. La carta hablaba de los amigos que había hecho y de cómo había aprendido a apreciar las tradiciones del lugar.
"Esto es increíble, Carla. ¡Tenemos que incluirlo en nuestra presentación!", exclamó Lucho emocionado.
"Sí, eso hará que nuestro trabajo sea aún más especial. ¡Agregaré dibujos mientras vos organizas la información!", respondió Carla, llenándose de energía.
El día de la presentación llegó, y la clase estaba llena de risas y murmullos. Los compañeros de Lucho y Carla estaban ansiosos por ver lo que habían preparado. Con la ayuda del poncho, los amigos compartieron su presentación, mezclando la historia del poncho, las tradiciones tarijeñas, y las anécdotas que habían recopilado.
"Nos dimos cuenta de que la alegría de este poncho no solo está en su color, sino en las historias y los momentos compartidos entre las personas", dijo Lucho, mientras sonreía para el público.
La maestra Marina y los demás compañeros aplaudieron con entusiasmo. Después de la presentación, el poncho se convirtió en un símbolo de unidad entre los estudiantes. Todos querían probarlo y escuchar las historias que cada uno había creado junto a Lucho y Carla.
Los amigos decidieron que el poncho debería pasar de mano en mano, recogiendo más historias para su pueblo. Así, cada semana, alguien diferente llevaría el poncho a su casa y lo llenaría de nuevas vivencias.
Con el tiempo, el viejo poncho pasó a ser parte de las tradiciones escolares, y todos los alumnos lo llevaban a las celebraciones. La risa y la alegría se hicieron parte de cada encuentro. Lucho y Carla, con la sonrisa al cielo y el poncho en la mano, vieron cómo su esfuerzo había inspirado a toda una comunidad.
Un día, cuando se miraron desde un rincón del parque, Lucho dijo:
"¿Te imaginas las historias que podrían contar nuestros hijos sobre este poncho?"
"Y cómo nosotros hicimos que resurgiera. ¡Mirá cuántas sonrisas ha hecho brillar!", respondió Carla, sintiendo que su amistad había crecido tanto como las historias que llevaban consigo.
Y así, con cada aventura, las sonrisas continuaron brillando en Tarija, recordándoles a todos que lo más valioso de la vida es compartir la alegría y las historias que nos unen. Y aunque el poncho estuviera en el suelo, siempre estaba en el corazón de cada tarijeño, simbolizando la riqueza de la amistad y la cultura.
Fin.
FIN.