Te encontré, abuelito



Había una vez en un pequeño pueblo de Argentina, una niña llamada Valentina. Valentina tenía la costumbre de pasear por el bosque todas las tardes después de la escuela.

Un día, mientras exploraba el bosque, Valentina escuchó unos débiles sollozos provenientes de un árbol hueco. Al acercarse, descubrió a un anciano sentado en el interior del árbol, con una mirada perdida y desorientada. -¿Abuelito, estás bien? -preguntó Valentina con afecto.

El anciano levantó la mirada y entre sollozos le respondió: -Me he perdido y no sé cómo regresar a mi casa. Valentina, llena de compasión, decidió ayudar al abuelito. Juntos emprendieron el camino de regreso al pueblo, mientras el anciano le contaba historias maravillosas de su juventud.

Al llegar al pueblo, Valentina llevó al anciano a la plaza, donde pronto una multitud se reunió alrededor de ellos.

La noticia de la valiente acción de Valentina se había extendido, y todos querían conocer a la niña que había encontrado al abuelito perdido. La comunidad decidió nombrar a Valentina como la guardiana de los abuelos perdidos del pueblo, y le enseñaron cómo ayudar a las personas mayores que se encontraran en apuros.

Valentina se convirtió en un símbolo de bondad y solidaridad, inspirando a otros niños a seguir su ejemplo. Desde ese día, Valentina se dedicó a cuidar y acompañar a los abuelitos perdidos del pueblo, asegurándose de que nunca más se sintieran solos o desorientados.

Su amor por los abuelitos cambió la vida de muchas personas, recordándoles la importancia de cuidar y respetar a los mayores.

FIN.

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