Temo y el abrazo que no llegaba



En un rincón del bosque, donde los bambúes crecían altos y fuertes, vivía una familia de osos panda. Mamá Panda y Papá Panda eran unos padres muy ocupados, siempre recolectando bambú y asegurándose de que su pequeño Temo estuviera a salvo. Pero había una cosa que les costaba mucho: expresar sus sentimientos.

Temo era un panda curioso y juguetón. Sin embargo, en su pequeño corazón de pelaje suave, había un sentimiento que lo acompañaba: la tristeza de no saber si sus padres lo querían de verdad.

"Mamá, ¿puedo jugar contigo?" - preguntó un día Temo, mientras hacía piruetas con su pequeño cuerpo.

"Ahora no, Temo. Estoy muy ocupada" - respondió Mamá Panda, sin mirar.

Con la tristeza en su mirada, Temo se alejó. Pensaba que si sus padres realmente lo amaban, tendrían tiempo para jugar y abrazarlo.

Un día, mientras exploraba el bosque, Temo se encontró con una tortuga llamada Lila. La tortuga era sabia y conocía muchos secretos del bosque.

"Hola, Temo. ¿Por qué tienes esa carita triste?" - le preguntó Lila, al notar el semblante apagado del pequeño panda.

"No sé si mis papás me quieren. Nunca me abrazan ni juegan conmigo" - suspiró Temo, mirando al suelo.

Lila sonrió dulcemente.

"A veces, las palabras que no se dicen son las más importantes. Pero también hay otras formas de demostrar amor. ¿Quieres que te cuente un secreto?"

"¡Sí!" - respondió Temo, con curiosidad.

"Las acciones pueden hablar más que las palabras. Observa a tus padres. Ellos siempre están trabajando por ti, asegurándose de que tengas comida y un lugar seguro para dormir. Eso también es amor" - dijo Lila lentamente.

Temo pensó en lo que dijo Lila. ¿Era cierto que el amor se mostraba de otras maneras?

Esa noche, mientras cenaban, Temo decidió hacer algo diferente. Una vez que terminaron de comer, se acercó a sus padres.

"Mamá, Papá, ¿puedo mostrarles algo?" - dijo Temo, con un brillo en sus ojos.

"Claro, Temo. ¿Qué sucede?" - respondió Papá Panda con curiosidad.

Temo tomó una respiración profunda y levantó sus brazos como si quisiera abrazarlos.

"¡Quiero darles un abrazo!" - exclamó con su voz temblorosa.

Mamá y Papá Panda se miraron sorprendidos. Papá Panda sonrió y abrió sus brazos.

"Vení, pequeño. Un abrazo nunca viene mal" - dijo, mientras Temo corría hacia él.

Al abrazar a su papá, Temo sintió una cálida emoción que lo envolvió. Papá Panda lo rodeó con su pata y lo levantó un poco del suelo.

"Te queremos mucho, Temo. A veces olvidamos demostrarlo, pero siempre estás en nuestros corazones" - dijo Papá Panda, con la voz llena de cariño.

Temo, sintiéndose más feliz que nunca, corrió hacia Mamá Panda.

"¡Mamá! También quiero abrazarte" - gritó, y ella abrió sus brazos con una gran sonrisa.

"Eres nuestro tesoro, querido. Siempre estamos orgullosos de ti y te amamos más de lo que imaginas" - respondió Mamá Panda mientras lo abrazaba fuertemente.

Ese día, Temo aprendió que no siempre se necesita un abrazo para saber que alguien te quiere. A veces, solo hay que buscar y observar.

Desde entonces, Temo y sus papás comenzaron a tener más momentos juntos, jugar y explorar el bosque en familia, compartiendo risas y también abrazos. Y aunque, a veces, las palabras seguían siendo difíciles de pronunciar, el amor que había entre ellos florecía más que nunca.

Y así, Temo aprendió que a veces, el simple acto de buscar el abrazo puede abrir el corazón y el entendimiento entre quienes más amamos.

FIN.

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