Temo y los abrazos de la amistad
En un bosque profundo y lleno de magia, vivía un tierno oso panda llamado Temo. Aunque Temo era un oso amable y dulce, tenía un pequeño problema: no sabía cómo expresar su amor con palabras. A Temo le encantaba abrazar y recibir abrazos, pero a menudo se sentía triste porque no lograba que los demás comprendieran cuánto los quería.
Un día, mientras Temo estaba trepando a su árbol favorito para disfrutar del sol, escuchó unos ruidos extraños. Intrigado, decidió investigar.
Al acercarse, vio a dos niños, Martín y Sofía, que parecían perdidos. Sus padres, distraídos mirando el paisaje, no se habían dado cuenta de que los pequeños se habían alejado de ellos.
"¡Hola!" - dijo Temo moviendo sus patitas en señal de saludo.
"¡Ah!" - exclamó Sofía asustada. "¿Quién sos?"
"Soy Temo, un oso panda. Pero no tengo ganas de asustarlos. Estoy aquí para ayudarles."
Los niños se miraron sorprendidos, pero al ver la gran sonrisa de Temo, decidieron acercarse un poco.
"¿Estás perdido también?" - preguntó Martín con curiosidad.
"No, yo vivo aquí. Pero a veces me siento solo porque no puedo decir lo que siento. A veces, una gran abrazo es lo único que puedo ofrecer."
Los niños se sonrieron. Era raro conocer a un oso que podía hablar, y mucho más raro que un oso quisiera dar abrazos.
"¡Nos encantaría un abrazo!" - dijo Sofía con entusiasmo.
Temo se acercó y, con mucho cuidado, abrazó a los niños. Era un abrazo cálido y suave, lleno de cariño.
"Gracias, Temo. Este abrazo es maravilloso" - exclamó Martín.
Justo cuando se sentían felices, escucharon un ruido. Era un grupo de ciervos que pasaban corriendo, asustados por una tormenta que se acercaba.
"¡Debemos encontrar un lugar seguro!" - dijo Sofía, asumiendo el liderazgo. "Podríamos refugiarnos en la cueva de Temo. Él sabe cómo ayudarnos".
"Buena idea, pero tengo que advertirles que mi cueva es un poco desordenada" - respondió Temo un poco nervioso.
"No importa, ¡vamos!" - dijo Martín, decidido.
Los tres rápido se dirigieron a la cueva de Temo, y aunque el lugar estaba lleno de hojas y ramas, se sintieron seguros allí. Empezaron a contar historias para distraerse de la tormenta. Temo, que normalmente era tímido, empezó a disfrutar hablando con los niños.
"¿Sabés lo que más me gusta de los abrazos?" - preguntó Temo.
"¿Qué?" - contestó Sofía.
"Que pueden hacer sentir a alguien amado y protegido. Aunque no sepa cómo decirlo, un abrazo tiene poder".
Comprendieron que, a pesar de que Temo no usa palabras, su amor se reflejaba en cada abrazo. La tormenta pasó y los niños, felices y agradecidos, decidieron que debían regresar a sus padres.
"Pero antes de irnos, queremos darte algo, Temo" - dijo Martín, y juntos dibujaron un gran corazón en la tierra.
"Así sabrás que siempre estaremos en tus corazones" - añadió Sofía.
"Gracias, amigos" - dijo Temo con los ojos brillantes.
Los tres se dieron un ultimo abrazo fuerte, sintiendo que, aunque se separaban, siempre serían amigos. Cuando los niños encontraron el camino hacia sus padres, Temo se quedó en el bosque, un poco triste por la despedida, pero feliz por haber hecho nuevos amigos.
Así, Temo aprendió que, aunque no podía expresar sus sentimientos con palabras, los abrazos y la amistad eran la mejor manera de demostrar amor. Desde entonces, cada vez que un niño pasaba por el bosque, Temo se aseguraba de darles el abrazo más cálido del mundo, recordándoles la importancia de cuidar a los que amamos, y sobre todo, de prestar atención a su alrededor.
Y así, en el bosque mágico, Temo y los niños se convirtieron en un símbolo de amistad, amor y comprensión. El pequeño oso panda nunca olvidó a sus amigos, y siempre estaba listo para dar un abrazo cuando alguien lo necesitaba.
FIN.